“Hoy era la fiesta de inauguración”

La pandemia ha frenado la apertura de muchos negocios que habían gestado su estreno en los últimos meses

Irene Mestanza y Roberto Loureiro, en su restaurante en, Poio (Pontevedra).OSCAR CORRAL (EL PAÍS)

El viernes 6 de marzo se celebró una gran fiesta en Vigo. Para que algo tenga la certificación de “gran fiesta” en Vigo necesita contar con la asistencia de su peculiar alcalde, Abel Caballero. Ese día Caballero asistió a la inauguración del centro de alto rendimiento de deportes electrónicos (e-sports) GK Gaming, un local de 230 metros cuadrados que cuenta con 10 playstations y 30 ordenadores para entrenar a gamers y llegar a formar algún día un equipo profesional. Tras varios meses de trabajo y encon...

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El viernes 6 de marzo se celebró una gran fiesta en Vigo. Para que algo tenga la certificación de “gran fiesta” en Vigo necesita contar con la asistencia de su peculiar alcalde, Abel Caballero. Ese día Caballero asistió a la inauguración del centro de alto rendimiento de deportes electrónicos (e-sports) GK Gaming, un local de 230 metros cuadrados que cuenta con 10 playstations y 30 ordenadores para entrenar a gamers y llegar a formar algún día un equipo profesional. Tras varios meses de trabajo y encontrar financiación, Gerardo Pazos, Mar Martín y Alejandro Castiñeira cortaron esa noche una cinta de inauguración y celebraron una fiesta con 150 personas en un hotel de Vigo. Exactamente siete días después llegó el iceberg. Y dos semanas más tarde, el local coge polvo cerrado a cal y canto. “Cuando abrimos la calle ya estaba inquieta”, dice Martín, socia de GK Gaming. “Apenas venía gente, empezaba a haber miedo. Y esto nos ha dejado ya fuera de juego”.

Su situación es la de cientos de negocios que los últimos meses estuvieron gestando su estreno para el invierno o primavera de 2020. Muchos han descarrilado antes de ver la luz y algunos, como el caso de la arrocería Berlanga de Madrid, frenaron en seco un buen estreno. “Un mes, llevábamos. La verdad es que iba como un tiro. Se corrió la voz y al restaurante empezó a venir la gente”, dice José Luis García Berlanga, cocinero y alma mater del negocio. El viernes 15 echó el cierre. Y como muchos restaurantes, empezó otra dinámica: la de cocinar y repartir a domicilio. “Me he reconvertido”, dice Berlanga.

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Allí cocina en unos fogones a la vista, pero sin nadie, en un local al lado del Retiro de Madrid, una de las zonas caras por excelencia de la capital. “¿Problemas? Hay que contar con que el arroz no lo sirves al momento, sino que se transporta. Hay, por ejemplo, mucha más dificultad para encontrar los productos frescos. Y evidentemente no es lo mismo venir a un restaurante a comer y a cenar, con lo que supone de consumo y sobremesa, que llevarlo a una casa”. Tenía 16 trabajadores y ha tenido que quedarse con cinco. “Volverán, pero no sabes cuándo”, dice. Ese es otro problema: la recuperación de la confianza. La explosión de sentidos al tacto, olfato y gusto que proclaman los cocineros se vuelve ahora en contra. “Va a costar muchísimo que la gente regrese y llene la hostelería, que vuelva a ponerse en manos de otros. Esto no va a terminar con la cuarentena”, dice Berlanga.

El viernes 27 de marzo iba a ser uno de los días más felices de la vida de Irene Mestanza y Roberto Loureiro. La pareja, ella camarera y él cocinero, trabajaba en el mismo restaurante cuando decidió montar un negocio por su cuenta en uno de los lugares más privilegiados de las Rías Baixas, Raxó (Poio, Pontevedra). En febrero, Mestanza y Loureiro pidieron que se les pagase el paro todo junto (unos 5.000 euros) para, con ese dinero, ayudar a completar los pagos de alquiler y reforma de su nuevo local, contaron a La Voz de Galicia. Desde diciembre llevaban poniéndose manos a la obra en su sueño profesional, As 7 Lúas, una parrillada en la que han invertido todo. Un dinero que deben de gastar en el negocio, pero que necesitan ahora para poder vivir día a día, relatan a EL PAÍS.

La gestoría les ha pedido que guarden religiosamente todos los recibos para poder pelear por ese dinero. “Entregamos toda la documentación para darnos de alta como autónomos, pero llegó esto y lo paró todo de golpe. Nos hemos quedado en un limbo. Los papeles presentados, el restaurante equipado y listo para abrir. Hasta un cantante contratado para la inauguración de hoy [la conversación se produce el viernes]”, cuenta Irene Mestanza.

El pago de la prestación del paro se produjo el 10 de marzo; con ese dinero empezaron a pagar todo aquello que habían dejado señalizado (mobiliario, electrodomésticos). Ahora España está parada, encerrada, de cuarentena. Mestanza y Loureiro están intentando que al menos se les permita servir comidas a domicilio, de momento sin éxito. La situación, como dicen, será insostenible si la cuarentena se prolonga. “El Gobierno ha habilitado una prestación de desempleo para autónomos. Esa prestación además es para quien haya visto reducidos sus ingresos en un 75%, pero nosotros ni alta, ni hemos podido facturar”. “Así que no sabemos”, dice Mestanza riendo, “si nos va bien o mal”.

En Madrid, la marca de moda de mujer Maksu lleva ocho meses preparando su desembarco en España. Por fin abrieron su tienda el 27 de febrero. Tuvieron buena acogida pero enseguida echaron el cierre. Sus 10 empleados se encuentran en este momento trabajando desde casa. Y ahora están preparando su salida al comercio online para mostrar su colección, pero no venderán en esta época. La prioridad, dicen, es la salud de todas las personas involucradas en el proceso: de sus equipos, sus clientes y de todo el mundo. Sí preparan acciones para ayudar a combatir la pandemia.

No deja de ser paradójico que una situación así le haya pasado a José Luis García Berlanga, propietario de la arrocería Berlanga e hijo del mito del cine español Luis García Berlanga, director de La escopeta nacional. “Hay cosas en esta vida más berlanguianas de las que caben en la cabeza de mi padre”, dice. ¿Dónde pondría la cámara Berlanga hoy? Sonríe, piensa un segundo. “Pondría a la familia Leguineche a vender respiradores artificiales”.

La pastelería de Zamora que aún no ha llegado a ver la luz

En Zamora se ha quedado sin abrir una pastelería, La Golosa, que la joven Sara de la Granja empezó a idear hace meses hasta encontrar un local en el que instalarse. De la Granja se empezó a aficionar a hacer tartas decoradas para amigas y ese pasatiempo se convirtió en vocación, contó hace días al diario 'Zamora24horas'. Así que empezó a buscar bajos por la ciudad y al final, después de mucho buscar, encontró uno en el que invertir. Por él paga ahora alquiler, luz y mercancía, aunque esté cerrado; le dio tiempo a dar de baja a su hermana como empleada y cobrar la cuota de autónoma que le corresponde ella.

De la Granja cuenta a este periódico que, antes de que estallara la emergencia sanitaria, había puesto de fecha de inauguración el pasado domingo 22 de marzo, hace exactamente una semana, para que ese día viese por fin la luz su negocio. Pero ese día y los que siguieron no vieron la luz millones de españoles encerrados en sus casas.

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