Las Bolsas caen tras el espejismo de los estímulos y la prima de riesgo española se dispara
El Ibex 35 baja un 3,44% y se deja casi el 40% de su valor en un mes. El diferencial entre el bono español y el alemán supera ya los 160 puntos básicos
El perfil de las grandes Bolsas mundiales en las últimas semanas se parece cada vez más al de una etapa alpina del Tour de Francia con varios puertos fuera de categoría, alguno de primera y muchos, muchos descensos de esos que exigen posición aerodinámica y frenos bien ajustados. Con los índices estadounidenses instalados en su periodo de mayor volatilidad desde el crash del año 29 del siglo pasado —las siete sesiones anteriores a este miércoles cerraron con subidas o, sobre todo, bajadas sup...
El perfil de las grandes Bolsas mundiales en las últimas semanas se parece cada vez más al de una etapa alpina del Tour de Francia con varios puertos fuera de categoría, alguno de primera y muchos, muchos descensos de esos que exigen posición aerodinámica y frenos bien ajustados. Con los índices estadounidenses instalados en su periodo de mayor volatilidad desde el crash del año 29 del siglo pasado —las siete sesiones anteriores a este miércoles cerraron con subidas o, sobre todo, bajadas superiores al 4%—, los principales parqués mundiales volvieron a caer este miércoles, dejando en poco más que un espejismo el acelerón del martes por la tarde gracias a los planes fiscales de estímulo en España, Francia, Italia y en Estados Unidos. El Ibex 35 español descendió un 3,44% y acumula ya un retroceso del 40% desde mediados de febrero. El Eurostoxx, que agrupa a los 50 mayores valores del Viejo Continente, se dejó casi un 6%. Y en Wall Street el Dow Jones retrocedió el 6,3% en una sesión en la que llegó a perder casi el 10%. El petróleo, entretanto, prolonga su caída libre y la prima de riesgo española escala hasta máximos de tres años.
Hace solo un mes un hundimiento bursátil como el de este miércoles habría sobresaltado a propios y extraños. Hoy no, y ese quizá sea la mejor síntesis posible de la situación a la que se han tenido que acostumbrar, a la fuerza, los mercados de valores. Sin grandes novedades en el tratamiento del coronavirus, pese a la mucha especulación de los últimos días en torno al desarrollo de una posible vacuna, todo queda al albur de bancos centrales y, sobre todo, de los Gobiernos. Y tras la buena recepción de los planes de estímulo nacionales —y no en bloque, como se pedía por activa y por pasiva— tanto en Europa como en EE UU, retornaron las dudas. Las muchas dudas que asaltan a una economía mundial cerrada por cuarentena.
Los valores vinculados al transporte y al turismo —IAG, Meliá— volvieron a colocarse una jornada más entre los más castigados. Junto a ellos, sin embargo, se colaron otros nombres destacados: las constructoras y concesionarias ACS y Ferrovial, el fabricante de componentes de autómoviles CIE Automotive, el Banco Sabadell y la siderúrgica ArcelorMittal. Pero la actualidad convierte a Inditex en la mejor piedra de toque para comprender la verdadera dimensión de lo que se está viviendo estos días en los parqués: considerada una de las grandes joyas de la corona por dividendo, capacidad de adaptación a un mercado cambiante y solidez de sus resultados, el avance del coronavirus —que ha cerrado buena parte de sus tiendas, primero en China y ahora en Europa y EE UU— obligará a la firma textil española a dejar en suspenso la retribución al accionista por primera vez en su historia, según hizo público este miércoles.
Más allá de la renta variable, la sacudida de este miércoles afecta también a los cimientos de la renta fija. El interés exigido por el bono español a 10 años, la referencia en el mercado nacional de deuda pública, cabalga ya por encima del 1,3%: solo hace año y medio desde que se debatía entre los tipos positivos y negativos, pero parece una eternidad. La prima de riesgo —el diferencial con su par alemán— escala por encima de los 140 puntos básicos —aunque por momentos rondó los 160—, un nivel inédito en casi tres años y cercano al que tocó en mayo de 2010, cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aplicó un drástico recorte del gasto público, rebajar el salario a los funcionarios y suspender la revalorización de las pensiones y que supuso el banderazo de salida de la crisis de deuda soberana.
El diferencial de la deuda española, con todo, sigue lejos, muy lejos, de aquel junio de 2012 en el que el Ejecutivo de Mariano Rajoy recurrió a un rescate de 100.000 millones de euros para tapar el agujero del sector financiero. La gran diferencia con lo ocurrido entonces es que, lejos de ser un choque asimétrico —el sur de Europa recibió el golpe más duro— hoy es mucho más simétrico: Alemania, Francia y los países del norte de la Unión también lo sienten. De hecho, tras unas jornadas en las que la deuda germana se erigía en valor refugio para los inversores comunitarios, en las últimas sesiones la tendencia se ha revertido y el interés exigido por el mercado a la locomotora europea también sube con fuerza. Isabel Schnabel, miembro del máximo órgano de Gobierno del BCE y responsable de sus operaciones de mercado, que ha invocado las famosas palabras de Mario Draghi ocho años atrás —el Banco “hará todo lo que está en su mandato para contrarrestar la agitación de los mercados"—, rebajaba algo la presión sobre los bonos español e italiano en el tramo final de la sesión.
El reto: criogenizar la economía
En los periodos de volatilidad extrema —y este, sin duda, lo es: el VIX, el índice que la mide, lleva desde finales de marzo dibujando una interminable línea alcista—, los inversores necesitan nervios de acero si quieren hacer dinero en el mercado: con las valoraciones muy deprimidas de las empresas que todo el mundo quería tener en cartera, las oportunidades de inversión a largo plazo son muchas. Pero en el ambiente flotan dos cuestiones. La primera, puramente de mercado: ¿cuándo entrar en un valor que ya cotiza en zona de mínimos de muchos años pero que parece no haber tocado fondo? Y la segunda, mucho más macro: ¿será esta una crisis en forma de V, la letra que utilizan los economistas para referirse a una caída abrupta seguida por una recuperación fulgurante, cuando reabran comercios y restaurantes y, en fin, la vida normal vuelva al centro de las ciudades? ¿Cómo, en definitiva, criogenizar el sistema productivo durante un tiempo y esperar que, al descongelarlo, todo sea lo más parecido posible a como era antes de la pandemia? Esas son, ahora, las preguntas del millón, las que hoy nadie sabe responder a ciencia cierta y las que traen —y traerán— de cabeza a la economía mundial durante semanas. Estamos ante algo completamente nuevo: en la psique colectiva e individual, en la epidemiología, en la sociología y, claro, también en el mundo del dinero. Una total nebulosa que, en tanto no se despeje, seguirá provocando una auténtica sangría en los mercados.
Mientras, algunas certezas empiezan a emerger: habrá recesión y será global, dice S&P, una de las tres grandes agencias de calificación de riesgos, en su última toma de temperatura. Y habrá, aventura la agencia, un incremento atroz en los defaults empresariales en el próximo año: de doble dígito en EE UU y de un dígito —pero alto— en Europa. Pésimos tiempos para la salud, para la economía y para los mercados.
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