Opinión

Para enjuiciar la cumbre

El eje París-Berlín no logró imponer sus tesis antes, pero ha fijado la agenda, con fracturas y rebeliones

La canciller alemana, Angela Merkel, con el presidente francés, Emmanuel MacronHannibal Hanschke (REUTERS)

La cumbre europea de hoy y mañana viene borrascosa. Fragmentación entre populismos xenófobos y el resto: con inéditos insultos en italiano. División entre inmovilistas de la unión monetaria y reformadores, con insólitos cruces de documentos contrarios entre sí: el frente de rechazo nórdico capitaneado por la neobritánica Holanda y secundado por los orientales, frente al eje franco-alemán secundado por España.

Este último no ha logrado imponer previamente sus tesis, como sucedía antes; deberá labrar duro para ampliar la arquitectura del euro. Pero sí ha modulado la agenda. La Declaración...

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La cumbre europea de hoy y mañana viene borrascosa. Fragmentación entre populismos xenófobos y el resto: con inéditos insultos en italiano. División entre inmovilistas de la unión monetaria y reformadores, con insólitos cruces de documentos contrarios entre sí: el frente de rechazo nórdico capitaneado por la neobritánica Holanda y secundado por los orientales, frente al eje franco-alemán secundado por España.

Este último no ha logrado imponer previamente sus tesis, como sucedía antes; deberá labrar duro para ampliar la arquitectura del euro. Pero sí ha modulado la agenda. La Declaración de Meseberg (19/6) entre la canciller Angela Merkel y el presidente francés, Emmanuel Macron, contiene muchos de los elementos propuestos tanto por éste como antes por la Comisión Europea; rebajados por cepillo alemán. Es un programa Macron menos uno.

Pero sigue siendo reconocible. Tiene tres patas. La primera es la ampliación del Mecanismo de Estabilidad Financiera o fondo de rescate (MEDE): se le dotará de un cortafuegos (unos 50.000 millones); podrá dar líneas de crédito precautorio para liquidez a corto plazo, como el Fondo Monetario Internacional; y en el futuro podrá integrarse en el marco comunitario, lo que implica un mayor papel de la Comisión Europea. Se le “podrá” rebautizar (como FME).

Hay dos puntos espinosos: uno es la posible introducción en la deuda de los socios de “cláusulas de acción colectiva”. No es la imposición de una quita automática si se recibe ayuda del MEDE, como quería Wolfgang Schäuble, pero aun así este elemento podría desencadenar algún pánico de los inversores. Algunos recuerdan el paseo de Deauville entre la canciller y Nicolas Sarkozy, en 2010. Precipitó el espanto de los mercados, al anunciarse que los acreedores privados serían sometidos a la reestructuración (y fuerte depreciación) de sus bonos. Otro, la capacidad que se le otorga para evaluar a los países salvados: esa función podría entrar en colisión con Bruselas.

La segunda pata es completar la unión bancaria: prioriza la reducción de riesgos antes de compartirlos, “en la secuencia apropiada”; y accede a que el cortafuegos del MEDE sirva para activar el fondo de reconversión y resolución bancaria. Si los riesgos (por ejemplo, de la banca italiana, que tiene un 20% de créditos incobrables) se reducen a buen ritmo, el cortafuegos se adelantará respecto de lo previsto (2024). Si no, no.

Este instrumento se nutrirá de contribuciones extraordinarias de la banca a lo largo de cinco años. El punto más flojo es el fondo de garantía de depósitos, que queda etéreo: solo actuará cuando se hayan reducido riesgos (y los ahorros del tendero alemán no sufraguen los créditos incobrables que suscribió su colega italiano). No incorpora una medida flexible sugerida por distintos economistas: compartir riesgos ya, pero solo los futuros (no los acumulados), sobre una base técnica común.

Y al fin, el presupuesto de la zona euro (debía subir a la agenda). Escasísimas precisiones: ni sobre el tamaño ni sobre sus objetivos genéricos (competitividad, competencia, estabilización), ni sobre si dará cuerda al endeudamiento. Se instituiría en el marco de la UE; se nutriría de tres fuentes, como contribuciones nacionales, recaudación de algunos impuestos y recursos de la UE. También se refiere a un “Fondo de estabilización del seguro de desempleo”, sin concretar.

Si esto es Meseberg, Macron menos uno, las posteriores conclusiones del Eurogrupo del 25 de junio son Macron menos dos: todo en condicional, de puntillas, en sordina.

¿A qué atenerse para evaluar el resultado de la cumbre? En su informe anual El Estado de la UE, la Fundación Alternativas propone tres pruebas del algodón: que ponga en marcha el cortafuegos; que siga “avanzando en el diseño del MEDE” para convertirse en un FME; y “continuar el desarrollo de la unión bancaria” con la “introducción gradual de un esquema europeo de garantía de depósitos”.

¿Con qué densidad debería darse todo eso? El autor del capítulo, Manuel de la Rocha, sugiere el criterio de “avances significativos”. ¿En relación con las expectativas?, ¿o con las necesidades? ¿Y el presupuesto?

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