Columna

El medio ambiente debe ser negocio

De la tripleta “reducir, reutilizar y reciclar”, la cumbre de París abordó lo primero; hay margen para más

Quizá lo mejor que le sucedió a la economía mundial este año que acaba hoy fue el acuerdo de la Cumbre de París contra el Cambio Climático. Incluso aunque las obligaciones que asumieron los signatarios fuesen laxas y muy ligadas al voluntarismo individual.

París se centró en el combate por reducir los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global. Es el método clave, pero no el único, para mejorar el medio ambiente. Los otros dos son: reutilizar los...

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Quizá lo mejor que le sucedió a la economía mundial este año que acaba hoy fue el acuerdo de la Cumbre de París contra el Cambio Climático. Incluso aunque las obligaciones que asumieron los signatarios fuesen laxas y muy ligadas al voluntarismo individual.

París se centró en el combate por reducir los gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global. Es el método clave, pero no el único, para mejorar el medio ambiente. Los otros dos son: reutilizar los materiales ya usados en nuevos formatos o para nuevos agentes; y reciclar.

Quizá lo más auspicioso del acuerdo son los principios que lo informan, no adoptados formalmente, pero implícitos en él:

— La cuestión de los límites naturales del planeta no es ya solo un asunto relativo al medio ambiente, apto para encandilar a naturalistas, ecologistas y vegetarianos, sino que es vital para el desarrollo económico.

— Como es una apuesta económica, urge incorporar a ella a economistas y empresarios. De lo contrario, los economistas seguirán fabricando modelos inútiles porque eluden el dato clave de la limitación de los recursos. Y las empresas seguirán emponzoñando, a más velocidad que sus remedios.

— El objetivo debería ser vivir bien dentro de los límites planetarios; no la austeridad y el sacrificio por sí mismos, no el menor desarrollo, sino un desarrollo distinto.

— La UE es abanderada de la protección de espacios y especies, de cauces y de recursos determinados, pero hasta el momento apenas ha integrado esos elementos en una estrategia exigente de desarrollo sostenible.

La reducción buscada es sobre todo de la energía de origen fósil. Pero fíjense si el asunto será económico que la UE cumple ya hoy el objetivo de reducción de emisiones comprometido para 2020. Claro que ello se debe sobre todo a la lentitud del crecimiento, aunque también al comercio de cuotas entre Estados, al aumento de eficiencia energética y al mayor uso de renovables.

En esto último España debería hacer examen desde cero y un nuevo plan, reconociendo sus errores continuados: el de Zapatero, primando con excesiva generosidad las energías alternativas (un facturón pendiente que pesa sobre todos); el de Rajoy, sajándolas casi de cuajo (recorte de 1.700 millones) contra toda seguridad jurídica, como le afea el Tribunal Supremo, lo que preludia otro facturón.

Las empresas deben poder hacer negocio: ni loco, ni inseguro. Las Administraciones, planear. Los ciudadanos, aportar sensatez.

Datos (de Eurostat y la Comisión): los 28 socios de la UE producen al año 2,51 billones de basura con alto contenido energético. España, casi 4.000 kilos/habitante. Suecia importa desechos para producir electricidad. Emplear 3.000 millones de euros a fin de sanear el aire ahorra 35.000 en los sistemas de salud europeos. Aplicar gestión empresarial a todo esto ahorraría a Europa 72.000 millones de euros y generaría 400.000 empleos.

Así que: limpiad y enriqueceos.

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