Análisis

Juncker también habla alemán

En alemán acordó con el presidente socialdemócrata de la Cámara, Martin Schulz, presentar su proyecto este miércoles (tras afrontar hoy una moción de censura por Lux-leaks). Se ganaba así a los hetedoroxos. En alemán convenció el día 16, en los pasillos del G-20, en Brisbane, a la canciller Angela Merkel —que fue, un poco a regañadientes, su madrina electoral— de que no le boicotease su proyecto estrella, porque eso le dejaría al pie de los caballos. Consiguió su neutralidad benevolente bajo condición de que no le costase un euro adicional; y de que las decisiones del Fondo fuesen comunitariza...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La geopolítica del Fondo Juncker, su viabilidad política más que técnica, arranca de que su padre, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, también habla alemán. En alemán habló el 18 de julio, a los tres días de ser elegido por la Cámara, con Werner Hoyer, el ciudadano de la República Federal que preside el Banco Europeo de Inversiones (BEI), con sede en… Luxembugo. Le invitó a ser su cómplice, a despertar su dormida entidad —que no da ni un solo crédito con riesgo—, a distanciarse de su disciplina intergubernamental e incorporarse a la órbita comunitaria de la Comisión, a presentar con él su proyecto estrella, el fondo de los 300.000 millones. En suma, a rescatar al BEI del olvido y el descrédito de la inactividad (ver Un escándalo faraónico del 22 de octubre). Con él, se ganaba a los ortodoxos.

En alemán acordó con el presidente socialdemócrata de la Cámara, Martin Schulz, presentar su proyecto este miércoles (tras afrontar hoy una moción de censura por Lux-leaks). Se ganaba así a los hetedoroxos. En alemán convenció el día 16, en los pasillos del G-20, en Brisbane, a la canciller Angela Merkel —que fue, un poco a regañadientes, su madrina electoral— de que no le boicotease su proyecto estrella, porque eso le dejaría al pie de los caballos. Consiguió su neutralidad benevolente bajo condición de que no le costase un euro adicional; y de que las decisiones del Fondo fuesen comunitarizadas, por mayoría cualificada, y no intergubernamentales, mediante la unanimidad que posibilita el veto a los filibusteros: lo que conjuga con la absorción de facto del BEI por la Comisión.

Envió a un vicepresidente, el liberalísimo Jyrki Katainen, a negociar con David Cameron: se lo zampó con un plan adicional de mejorar el mercado interior (transportes, energía, mercado de capitales) con múltiples medidas inmediatas, una baza para el pragmatismo comercial británico. Logró la “distancia favorable” de Matteo Renzi cuando este reclamó: “Necesitamos más inversión de la UE”, y su gente le demostró que “Italia no ejecuta ni la mitad de lo que se le otorga”, y le auguró que con el nuevo Fondo mejorará. Y estará hasta el último minuto regateando con los ministros económicos de Manuel Valls, necesitado de un plan europeo de inversiones al tiempo que aprisionado por la pinza de la izquierda socialista y el lepenismo contra la disciplina fiscal que Bruselas le debe exigir. Lo hará, sin acogotarle.

Es polémico, pero sabe alemán. Y latín.

Archivado En