EADS y BAE, noviazgo corto sin boda

El fracaso de la fusión refleja la complejidad de las relaciones en la UE y con la industria de la defensa

Sede de AEDS en Elancour, cerca de París, en una imagen de 2007ANTOINE ANTONIO

El noviazgo entre la aeronáutica civil europea EADS y la empresa británica de la defensa BAE Systems ha sido corto y no ha tenido final feliz. Las conversaciones para su fusión empezaron en primavera, tomaron cuerpo con un preacuerdo en julio, se filtraron de forma aparentemente interesada en septiembre y se rompieron la semana pasada.

Las razones de la ruptura son diversas y complejas. Se entremezclan desde los intereses nacionales de los Estados que participan en el capital de EADS (Alemania, Francia, Reino Unido y España) a la íntima relación entre la industria de la defensa y los se...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El noviazgo entre la aeronáutica civil europea EADS y la empresa británica de la defensa BAE Systems ha sido corto y no ha tenido final feliz. Las conversaciones para su fusión empezaron en primavera, tomaron cuerpo con un preacuerdo en julio, se filtraron de forma aparentemente interesada en septiembre y se rompieron la semana pasada.

Las razones de la ruptura son diversas y complejas. Se entremezclan desde los intereses nacionales de los Estados que participan en el capital de EADS (Alemania, Francia, Reino Unido y España) a la íntima relación entre la industria de la defensa y los servicios secretos británicos en el caso de BAE o la dificultad de las relaciones y los intereses, a veces contrapuestos, entre el capital y la gestión privados por un lado y los poderes públicos por el otro.

EADS y BAE iban a formar un conglomerado de 36.000 millones, una nueva empresa destinada a combinar el potencial aeroespacial civil del fabricante de Airbus con el potencial de BAE en la industria de la defensa. La ruptura, que refleja las dificultades de los Gobiernos europeos para impulsar proyectos conjuntos dejando al margen sus intereses nacionales, ha sido achacada a las reticencias que desde el principio ha tenido la canciller alemana, Angela Merkel. Pero Berlín justifica en privado su marcha atrás en las desavenencias entre Londres y París acerca de la participación accionarial de ambos países en la empresa resultante.

Reino Unido quería un británico al frente de la división de defensa

Si los dedos señalando a Berlín han sido una constante desde que se rompieron las negociaciones el martes pasado, el canciller del Exchequer y ministro del Tesoro británico, George Osborne, fue el primer político en utilizar en público la palabra “veto”. Lo hizo el viernes en Tokio, durante las reuniones del FMI.

“Nosotros teníamos algunas líneas rojas muy claras: habíamos dejado muy claro que teníamos que proteger nuestra seguridad nacional, que queríamos proteger nuestro empleo e inversiones en Reino Unido y que nos preocupaban los grandes paquetes de acciones que tenían otros países”, explicó. “No estábamos comprometidos con el acuerdo, pero nos parecía que valía la pena la discusión”, añadió antes de acusar a los alemanes: “Estamos un poco decepcionados antes que nada por la actitud de Berlín, que en la práctica ha ejercido el veto”.

En vísperas de que se cumpliera el plazo impuesto por las autoridades reguladoras británicas para que se anunciara un acuerdo o una ruptura de las conversaciones, Angela Merkel llamó el martes al presidente francés, François Hollande, para comunicarle que el noviazgo no acabaría en boda. Las razones de Merkel son variadas. Algunas, más bien triviales, relativas al papel de protegidos personales suyos en la cúpula de la nueva empresa. Otras, de política partidaria a corto plazo, como su temor a que al final la operación acabara centrando en Gran Bretaña el empleo de la defensa y en Francia el empleo de la aviación civil, en perjuicio de los trabajadores alemanes y específicamente los de Baviera, donde hay elecciones regionales el año que viene.

Pero tiene también reticencias de fondo más profundas, como su alergia a que Alemania participe tan directamente en un negocio de fabricación de armamento con un socio, además, estrechamente ligado a la industria militar de Estados Unidos y marcado por el escándalo del pago de sobornos multimillonarios en Arabia Saudí. Uno de los factores determinantes de su veto habría sido el empeño británico de que al frente de la división de defensa de la nueva empresa estuviera “para siempre, un británico”, según The Sunday Telegraph. O las consecuencias que a largo plazo tendría para Alemania el hecho de que EADS concentrara su actividad en Francia, como defendía con óptica empresarial su consejero delegado, Tom Enders. La ruptura fue recibida con cotizaciones al alza de las acciones de EADS y ligeras caídas de los títulos de BAE.

La patata caliente está ahora en manos de los dos máximos ejecutivos de BAE Systems, el consejero delegado Ian King y el presidente Dick Olver. Los especialistas británicos no se ponen de acuerdo sobre las consecuencias que puede acarrear el fracaso de la fusión. Hay quien cree que es una oportunidad para preservar en mercados menos maduros que el europeo y el estadounidense, como los de Oriente Próximo y Extremo Oriente. Y hay quien opina que BAE se ha convertido en objetivo de la industria militar estadounidense.

Archivado En