Análisis:Cita decisiva en Bruselas

Los Balcanes de la paz

En el invierno de 1991, Croacia se sumió en una guerra civil que acabaría por incendiar también Bosnia y luego Kosovo dentro de la catastrófica desintegración de Yugoslavia. Ayer, en el invierno de 2011, Croacia acaba de firmar el tratado de adhesión a la Unión Europea, un acontecimiento que ha quedado en un pie de página de una cumbre dominada por la crisis del euro. No debemos olvidar que eso, antes que nada, es la UE: una garantía de paz y estabilidad en un continente cuya historia ha estado marcada por la violencia en torno a las fronteras, una dinámica que cambió tras la II Guerra Mundial...

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En el invierno de 1991, Croacia se sumió en una guerra civil que acabaría por incendiar también Bosnia y luego Kosovo dentro de la catastrófica desintegración de Yugoslavia. Ayer, en el invierno de 2011, Croacia acaba de firmar el tratado de adhesión a la Unión Europea, un acontecimiento que ha quedado en un pie de página de una cumbre dominada por la crisis del euro. No debemos olvidar que eso, antes que nada, es la UE: una garantía de paz y estabilidad en un continente cuya historia ha estado marcada por la violencia en torno a las fronteras, una dinámica que cambió tras la II Guerra Mundial con el sueño de la Europa unida. Hace 20 años, los titulares que podíamos leer en este diario eran "Limpieza étnica en Croacia", "Vivir bajo tierra en Osijek", "El trágico invierno yugoslavo", "Los demonios de la destrucción", "Ofensiva del Ejército federal contra Zadar" (también, estos mismos días, hace dos décadas, terminaban las negociaciones sobre el Tratado de Maastricht). Y no sabíamos la que se nos iba a venir encima: las guerras balcánicas se prolongaron hasta 1999 y la estabilidad todavía no se ha instalado en Kosovo, ni en Bosnia.

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En esas fechas, el 23 de diciembre de 1991, Alemania se lanzó, adelantándose al resto de los socios de la entonces Comunidad Europea, al reconocimiento de Croacia y Eslovenia en un movimiento que, para algunos, terminó de incendiar los Balcanes y, para otros, simplemente precipitó la limpieza étnica ya orquestada y decidida desde Belgrado. En eso, es cierto, Europa apenas ha avanzado: la política exterior europea sigue siendo una entelequia en manos de una figura, Catherine Ashton, que, por decirlo discretamente, no se ha caracterizado ni por su dinamismo ni por su relevancia. Sin embargo, todo lo demás no es una utopía: en peligro o no, 17 Estados de la UE comparten una moneda única y 25 países (tres de ellos fuera de la Unión) han decidido abolir de facto sus fronteras internas.

Lo que hace 20 años era un territorio capaz de naufragar en una guerra que se prolongó durante casi una década, forma hoy un grupo de países cuyo principal objetivo es entrar en la UE. Eslovenia, que ingresó en 2004, ya ha adoptado el euro. Croacia ha declarado que quiere sumarse al club con todo incluido. Bosnia nunca ha acabado de coserse como país y no llega a encontrar la estabilidad. Las negociaciones con Serbia han sido frenadas a causa de la inestabilidad en Kosovo (los 27 tampoco se han puesto de acuerdo sobre su reconocimiento como país). Montenegro abrirá negociaciones en breve y Macedonia ya es candidato oficial.

Croacia perdió el tren de la gran ampliación de 2004 por varios puntos débiles, como la corrupción, el sistema judicial y la reforma de la administración, pero sobre todo por la desconfianza que generaba la situación de la minoría serbia (el mayor desplazamiento de población de golpe de las guerras balcánicas se produjo en 1995 cuando, en una contraofensiva, los croatas expulsaron a los serbios de Krajina). Sin embargo, como también ocurrió en Rumanía con la minoría húngara, el partido nacionalista croata HDZ capitaneó las negociaciones con el apoyo de los diputados de la minoría serbia. Eso es, sin duda, el efecto de la UE.

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