Análisis:EL ACENTO

Los 18 hoyos de La Habana

Ni P. G. Wodehouse, el gran satirista británico, autor del libro de cuentos de golf 18 agujeros podía haberlo imaginado. El superviviente régimen comunista cubano promocionará como señuelo turístico la práctica del golf en la isla. Junto a los casinos, el supuesto deporte de los millonarios era el que mejor simbolizaba la dominación del dinero norteamericano sobre Cuba, hasta que la revolución castrista puso fin a esa versión de La Habana como patio de recreo, por no decir otra cosa, del gran vecino del Norte.

El ministro de Turismo, Manuel Marrero, ya dio la primicia el mes pasa...

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Ni P. G. Wodehouse, el gran satirista británico, autor del libro de cuentos de golf 18 agujeros podía haberlo imaginado. El superviviente régimen comunista cubano promocionará como señuelo turístico la práctica del golf en la isla. Junto a los casinos, el supuesto deporte de los millonarios era el que mejor simbolizaba la dominación del dinero norteamericano sobre Cuba, hasta que la revolución castrista puso fin a esa versión de La Habana como patio de recreo, por no decir otra cosa, del gran vecino del Norte.

El ministro de Turismo, Manuel Marrero, ya dio la primicia el mes pasado, y fuentes de inversores canadienses aseguran que hay permiso para edificar los campos. Serán, para empezar, cuatro recintos de superlujo de un total proyectado de 12 o hasta 16, por valor los ya autorizados de más de 1.000 millones de euros. Las instalaciones tendrán alojamiento en forma de chalés, spa, centro comercial y amenidades sin fin, entre las que sería toda una ironía que florecieran de nuevo las tragaperras y el tapete verde al que jugaban los ricachos americanos mientras la primera columna de Fidel Castro entraba en La Habana el 1 de enero de 1959.

Todavía nadie ha disipado el gran interrogante: ¿tendrán acceso los cubanos a tan lujosas instalaciones? El canadiense Graham Cooke está haciendo los planos de uno de esos cuatro campos en Guadalavaca, provincia de Holguín, a 800 kilómetros al este de La Habana, de donde es el propio Fidel, Castro el Mayor; y se cree que el segundo campo se encomendará a una firma británica.

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España, donde también se diseñan campos de golf -como había hecho el gran golfista desaparecido Severiano Ballesteros- parece que se quedará fuera del negocio, pese a que la mayor parte de las instalaciones turísticas de la isla son de propiedad conjunta con el Estado cubano, pero de gestión española.

La necesidad aprieta y el Gobierno cuenta con embolsarse, en divisas, el 50% de los ingresos por ese concepto. Y si los chinos pueden jugar en Bolsa, el presidente cubano Raúl, Castro el Menor, puede pensar que no hay ninguna razón para que no haya caddies cubanos para llevar los palos del ocio occidental.

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