OPINIÓN | Elecciones municipales y forales

¿Palabras abyectas o derecha abyecta?

Que estemos en campaña electoral no es óbice para que reflexionemos sobre un tema tan crucial como es el proceso de pacificación en que estamos todos embarcados. Superadas las líneas rojas por la derecha española ya no cabe el silencio porque corremos el riesgo de que se empantane el proceso o de que la mayoría democrática de los españoles se sienta y muestre dividida por razón de un debate como el que se está produciendo como consecuencia de los veredictos del Tribunal Supremo y del Constitucional que, por fin, permitirán a Bildu concurrir a las elecciones del 22-M.

Apenas voy a valora...

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Que estemos en campaña electoral no es óbice para que reflexionemos sobre un tema tan crucial como es el proceso de pacificación en que estamos todos embarcados. Superadas las líneas rojas por la derecha española ya no cabe el silencio porque corremos el riesgo de que se empantane el proceso o de que la mayoría democrática de los españoles se sienta y muestre dividida por razón de un debate como el que se está produciendo como consecuencia de los veredictos del Tribunal Supremo y del Constitucional que, por fin, permitirán a Bildu concurrir a las elecciones del 22-M.

Apenas voy a valorar los pasos dados por los Gobiernos, -español y vasco-, ni haré hincapié en los pronunciamientos de los principales líderes socialistas de ambos ámbitos territoriales porque no cabe poner pega ninguna. Podían haber sido más osados y haberse pronunciado sin esperar los veredictos ni provocarlos a través de la Abogacía del Estado o la presentación de diversos informes, pero hubiera sido una temeridad, e incluso una bravuconada teniendo en cuenta que existe el Pacto Antiterrorista y que están vigentes tanto la Ley de Partidos como la modificación de la Ley Electoral aprobada hace poco tiempo con el fin de atajar cualquier trampa que pudieran urdir los "arrepentidos" batasunos para colarse en los Ayuntamientos. Porque todas estas prevenciones han sido aprobadas por los dos partidos que ahora debaten públicamente. ¿Cómo se explica la actitud del PP tras el veredicto del Tribunal Constitucional?

González Pons es una rémora para consolidar la convivencia pacífica y la cohesión social

La derecha política, social y mediática ha puesto el grito en el cielo. Nada la ha movido a meditar que se trata de un Tribunal tan legítimo como el Supremo que ilegalizó en primera instancia a Bildu, aunque mucho más importante en el entramado institucional del Estado, porque la Constitución debe ser la garantía de nuestra democracia. Sin embargo, no había anunciado formalmente su decisión el TC cuando las tertulias de las radios y televisiones de la derecha y de la ultraderecha, -que curiosamente se expresan en los mismos términos e intercambian sus interlocutores con demasiada frecuencia-, se pronunciaron con descaro contra la decisión y, lo que es peor, desacreditaron a los miembros del Tribunal y al TC en su conjunto tachándoles de parciales y de actuar como "testaferros" de los violentos. El recurso constante a la afirmación de que la decisión supone que ETA estará en los Ayuntamientos no solo incurre en falsedad sino que lo hace en la idiotez peor intencionada.

Pero la auténtica perversión ha procedido de la derecha política que no ha escatimado ocurrencias. Desde Trillo, que ha afirmado que "el TC ha ido hacia atrás diez años", hasta Soraya Sáenz de Santamaría ha habido algunas opiniones realmente asquerosas. Afirmaciones que convierten a los miembros del TC en sencillos y ñoños alfeñiques al servicio del PSOE. Lo peor de esto es que gentes de tan escasa dignidad, a tenor de sus opiniones, puedan aspirar a gobernar a un país de más de 40 millones de ciudadanos.

He dejado para el final la más abyecta de las opiniones. González Pons ha atacado con la siguiente conclusión: "Desde Madrid, con escolta y buen sueldo, es fácil ir de demócrata mundial". Rubalcaba ha tachado la declaración de "abyecta", que es una palabra usada por la intelectualidad, pero conviene poner en lenguaje vulgar la palabra porque, ciertamente, la opinión de González Pons resulta despreciable y en exceso vil, tal como define el diccionario el término "abyecto". Claro está que quien es capaz de pronunciarse de ese modo, él mismo se convierte en un ser despreciable y vil, es decir, abyecto. No contento con lo dicho se encargó de puntualizar que se refería a los seis jueces que votaron a favor, de quienes dijo también: "Me gustaría verles en el País Vasco, en el puesto de un concejal del PP". La abyección se acrecienta porque entre ellos hay quien vive, ha vivido, tiene su familia y procede del País Vasco. ¿Acaso cree que los vascos que queremos la paz sin que se socave la democracia somos unos dementes? ¿Acaso no sabe que el terrorismo etarra ha matado también fuera del País Vasco y a gentes que no pertenecían al mundo de la política ni eran del PP? La grosería del González Pons es la derivada de su escaso calado democrático y del desprecio que siente hacia las Instituciones que surgieron tras la muerte del dictador Franco. La Transición, que cultivó a la postre unos muy dignos resultados, tiene en González Pons la excepción que confirma la regla.

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Para conquistar la paz y consolidar la convivencia pacífica y la cohesión social, personas como él son una rémora.

Josu Montalbán es diputado por Vizcaya del PSE-EE

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