Columna

Obras son amores

El tramo más bajo del paseo de Sant Joan, el que coquetea con el Arc del Triomf, está precioso. Pinzada entre dos centros bulliciosos, como son la Sagrada Familia y Fort Pienc, era una tierra de nadie, ancha y vacía, una vía histórica sin un sentido claro, lo que equivale a desierto comercial, que no es una característica que favorezca la vida ciudadana. El Ayuntamiento, pues, se ha gastado los dineros para cambiarle la cara: aceras anchas y reverdecidas, bancos de diseño, flores que duran lo que duran, un solo carril de circulación y otro de bus, sin olvidar las bicis, y el sol de primavera i...

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El tramo más bajo del paseo de Sant Joan, el que coquetea con el Arc del Triomf, está precioso. Pinzada entre dos centros bulliciosos, como son la Sagrada Familia y Fort Pienc, era una tierra de nadie, ancha y vacía, una vía histórica sin un sentido claro, lo que equivale a desierto comercial, que no es una característica que favorezca la vida ciudadana. El Ayuntamiento, pues, se ha gastado los dineros para cambiarle la cara: aceras anchas y reverdecidas, bancos de diseño, flores que duran lo que duran, un solo carril de circulación y otro de bus, sin olvidar las bicis, y el sol de primavera invitando a la molicie. No se puede pedir más. Estoy segura de que ha habido fiesta de inauguración, que es la manera como en los últimos meses se relaciona el Ayuntamiento con el ciudadano: vamos a divertirnos, nos dice, y de paso te muestro lo que hago.

El Ayuntamiento nos está dibujando una ciudad que es más para descansar que para trabajar, una ciudad de paseo

El Ayuntamiento nos está dibujando una ciudad que es más para descansar que para trabajar (de las deslumbrantes Arenas hablaremos otro día), una ciudad de paseo. Como sabe que a esta ciudad la vivifica el turismo -porque los turistas suman un plus de consumo que barceloneses y metropolitanos no daremos nunca-, nos trata a todos como si fuéramos turistas perpetuos. Barcelona, que a veces no puede sostener la calidad de vida, vende "calidad de visita". Gozar, reposar, charlar, mirar y comprar. Más terrazas que coches. Las ciudades dinámicas regulan los tránsitos, pero reparten el juego con equidad: la circulación, después de todo, es el riego sanguíneo. Barcelona ensancha aceras en cada calle que reforma, en todas partes; la ciudad se hace más humana, es cierto, pero también más comercial que productiva.

Ahora bien, no es que no haya contradicciones. El paseo de Sant Joan está diseñado para un día de vacaciones, foto incluida. Por eso sorprende que los técnicos estuvieran, al principio, en contra de las terrazas: querían situarlas en las esquinas. No dejes que la realidad te joda un buen diseño. Claro, las cervezas habrían llegado sin espuma, volada por el viento que viene del mar. Los restauradores ganaron y las terrazas son ahora el alma del paseo. Entonces el conflicto se produjo por la contribución: el Ayuntamiento calculó los metros de acera y pretendió recaudar como si estuviera en el paseo de Gràcia. Otro grito en el cielo y nueva rectificación, gracias a esa flexibilidad que las elecciones introducen en el carácter municipal. Resueltos los desacuerdos, el Ayuntamiento ha pedido a los dueños de los bares que no hablen con la prensa.

Me quedo pensando que el Ayuntamiento, al actuar sobre el espacio urbano con esa pizca de prepotencia, no acompaña la vida sino que la modela. Y topo con otra idea brillante: construir escoles bressol en el patio de escuelas ya existentes. Conozco dos casos, o sea que debe de haber más. Cierto es que eran establecimientos con patios generosos, incluso con árboles, que es una auténtica rareza. Ahora están los patios cortados por la mitad y hay durísimos andamios donde antes había juegos y risas. La explicación es plausible: las guarderías son una necesidad social. Pero la pregunta es: ¿por qué tienen que ser construidas ex novo? Dice el alcalde: porque tenemos la obligación de corregir las ineficiencias del mercado. Y siempre agrega: "el mercado no hace guarderías en Ciutat Meridiana". Tiene razón, y es deber municipal prestar el servicio en esos barrios. Pero el mercado ha sido generoso con Les Corts y el Eixample, que son los casos que cito.

¿Por qué no concertar plazas? Porque le repugna introducir manos privadas en los servicios públicos. No puedo evitar pensar que hay una conexión entre el paseo de Sant Joan y la escuela Els Llorers, con su patio en obras. Que hay una determinación de hacer la ciudad que tienen en mente, y que consideran que gobernar es vencer la resistencia que oponen los ciudadanos, ciegos a lo que les conviene. Le pregunto a una mamá si está de acuerdo con la mutilación del patio, porque he leído quejas al respecto. Que estemos de acuerdo o no les da igual, contesta, y que en el nuevo edificio habrá un polideportivo, "para compensar". Se encoge de hombros, y vuelve a hablar con su compañera, que no ha dicho nada.

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