Análisis:EL ACENTO

La 'irreal' familia inglesa

La sombra de Ben Ali es alargada. Apenas apagados los ecos del derrocamiento y huida del dictador tunecino, la familiaridad de grandes nombres europeos con su círculo personal sigue siendo ponzoñosa.

La última víctima, aunque no necesariamente mortal, es el príncipe Andrés, cuarto en la línea de sucesión al trono británico, que presidió el otoño pasado una comida en el palacio de Buckingham en honor de un yerno del presidente del país norteafricano. El príncipe actuaba en funciones de Alto Representante Comercial de su país, y al ágape asistía una docena de ejecutivos de multinacionales...

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La sombra de Ben Ali es alargada. Apenas apagados los ecos del derrocamiento y huida del dictador tunecino, la familiaridad de grandes nombres europeos con su círculo personal sigue siendo ponzoñosa.

La última víctima, aunque no necesariamente mortal, es el príncipe Andrés, cuarto en la línea de sucesión al trono británico, que presidió el otoño pasado una comida en el palacio de Buckingham en honor de un yerno del presidente del país norteafricano. El príncipe actuaba en funciones de Alto Representante Comercial de su país, y al ágape asistía una docena de ejecutivos de multinacionales británicas deseosos de abrir mercados en la antigua Cartago.

Su caso no era, al menos por esa razón, tan grave como el de la ya exministra francesa de Exteriores Alliot-Marie que tuvo que dimitir por hacer vacaciones a cuenta del erario tunecino; pero es que Andrés abunda en relaciones peligrosas.

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El duque de York es íntimo amigo de un multimillonario norteamericano, Jeffrey Epstein, que ha estado en la cárcel por inducir a señoritas menores a la prostitución, y la semana pasada ha salido a la luz una foto del segundo hijo de la reina -hermano del primogénito y heredero Carlos de Windsor- en la que toma de la cintura a Virginia Roberts, otra menor, que ha acusado a Epstein y su grupo de amigos de "explotarla sexualmente". Y se sabe que Andrés participaba en sesiones de masaje cuando era invitado del financiero. El príncipe ha negado, sin embargo, cualquier impropiedad en su conducta, y el ministro de Exteriores británico, Willian Hague, ha dicho sin inmutarse que con la que está cayendo en el mundo árabe no ha podido informarse bien sobre el caso.

Nadie cree que el duque vaya a perder el empleo -que cuesta al contribuyente cientos de miles de libras al año en gastos de viaje-, pero hay un creciente clamor hasta en el Gabinete, que preside el conservador David Cameron, para que se le rebaje la categoría o se le deje viajar menos.

La familia real británica ha sido un problema desde hace tiempo para la reina y el país por sus excepcionales dotes para el escándalo. Y hoy las familias reales deben justificar su existencia.

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