Análisis:ACENTO

El superviviente

Si hay alguien que ostente la condición de corcho insumergible de la política francesa es Alain Juppé, hoy ministro de Asuntos Exteriores, en sustitución de la auto-fumigada Michèle Alliot-Marie, como ya lo fue en el periodo 93-95.

Juppé ya había más que vuelto del ostracismo en noviembre pasado, cuando asumió la cartera de Defensa, y además de antiguo titular del Quai d'Orsay, había sido también presidente de la formación hoy gubernamental, RPR, así como primer ministro con el presidente Chirac, a quien siguió fielmente durante toda su carrera. Y aún tiene más mérito esa incombu...

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Si hay alguien que ostente la condición de corcho insumergible de la política francesa es Alain Juppé, hoy ministro de Asuntos Exteriores, en sustitución de la auto-fumigada Michèle Alliot-Marie, como ya lo fue en el periodo 93-95.

Juppé ya había más que vuelto del ostracismo en noviembre pasado, cuando asumió la cartera de Defensa, y además de antiguo titular del Quai d'Orsay, había sido también presidente de la formación hoy gubernamental, RPR, así como primer ministro con el presidente Chirac, a quien siguió fielmente durante toda su carrera. Y aún tiene más mérito esa incombustibilidad porque fue condenado e inhabilitado para el ejercicio de cargo público, así como, a causa de un hijo, estuvo envuelto en los años noventa en un caso de nepotismo inmobiliario.

En su cargo virtualmente vitalicio de alcalde de Burdeos, y como destacadísimo colaborador de Jacques Chirac, había tenido que pechar con alguna responsabilidad por la existencia de empleos ficticios en el ayuntamiento de París, de la que era alcalde su jefe histórico, cuyo producto iba a engrosar las arcas del partido. Y tras un tiempo de hibernación, el gran profesional que es Juppé ha vuelto a primer plano.

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Lo hace, por añadidura, con todos los pronunciamientos favorables porque despachará sin intermediarios con el presidente. La eminencia gris del Elíseo, Claude Guéant, que era como un ministro de Exteriores particular del presidente Sarkozy, pasa a dirigir la cartera de Interior, con lo que desaparece el gran obstáculo que tanto irritaba a su antecesora, hoy en fulminante desgracia por su proximidad al derrocado y exiliado líder tunecino Ben Ali.

Juppé se considera un gaullista sui géneris, especialmente fiel al general que acaudilló la lucha de la Francia Libre contra la ocupación nazi. Y la facilidad con que los responsables franceses -el primer ministro François Fillon entre ellos- se dejaban invitar por árabes poco recomendables, como el también derrocado Hosni Mubarak, hace que se enfrente a una dura tarea. Tanto como tener que recuperar la credibilidad de la diplomacia gala.

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