Columna

¿Será 2011 sostenible?

¡Bienvenidos al fabuloso 2011! Los historiadores del futuro podrán juzgar si este año que ahora nos abre la puerta habrá sido el inicio de un mundo mejor o la caída libre al abismo, la agonía de un sistema tan cruel como estúpido regido por el beneficio económico. Desde aquí, disponemos de dos perspectivas iniciales para abordar el año: la optimista y la pesimista. ¿Quién no elegiría la primera? Solo aquellos que ya no creen en un futuro mejor basándose en un realismo de acero inoxidable se distancian del optimismo como de la peste. ¿Cómo dejar de ser realista y olvidar la experiencia, al meno...

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¡Bienvenidos al fabuloso 2011! Los historiadores del futuro podrán juzgar si este año que ahora nos abre la puerta habrá sido el inicio de un mundo mejor o la caída libre al abismo, la agonía de un sistema tan cruel como estúpido regido por el beneficio económico. Desde aquí, disponemos de dos perspectivas iniciales para abordar el año: la optimista y la pesimista. ¿Quién no elegiría la primera? Solo aquellos que ya no creen en un futuro mejor basándose en un realismo de acero inoxidable se distancian del optimismo como de la peste. ¿Cómo dejar de ser realista y olvidar la experiencia, al menos, de los últimos dos años? ¿Se puede evitar esa autopregunta tan absurda como inevitable: ¿soy sostenible? (es decir, ¿soy viable en esta empobrecida comunidad?).

Creadores y usuarios pueden ser víctimas de la guerra de las industrias de la electrónica contra las de contenidos culturales

El año 2011 va a pasar cuentas a todos los que no sean sostenibles, me lo asegura un amigo muy sabio. "¿Has pensado si eres sostenible?", dijo mientras se extasiaba ante unos anuncios sublimes: sobre las caras, en primer plano épico, de Pau Gassol o de Rafael Nadal, rezaba esta oración: "Sé algo más que un destello. Sé la luz que dicen que hemos perdido. Ilumina a tu país". Gassol y Nadal: ¡ellos sí que son sostenibles! Según se deduce del anuncio, esos chicos, como la estrella de los Reyes Magos y Endesa juntos, son luz, energía, farola permanente, epopeya viva. No solo ejercen de deportistas estrella, dictan la moda, escriben artículos y cotizan como seductores o solidarios, ideólogos del pensamiento sostenible. Sirven para todo. Mirándolos, la odiosa pregunta -¿eres sostenible?- está servida. ¿Qué dirá la historia de lo insostenible y de los insostenibles? En 2012 podremos empezar a saberlo: eso es optimismo, claro.

Hasta Artur Mas -a quien no le importa que le hagan fotos mientras se ducha, cosa de hombres sin complejos- se apunta a la estela que va del optimismo al pesimismo y vuelta a empezar: nace el optipesimismo, pura sostenibilidad ideológica. Al definirse como "constructor de Cataluña" -dejando lúcidamente de lado opciones como la de salvador-, Mas marca un camino espiritual y simbólico porque es imposible que en el paisaje de nuestra querida tierra quepa un edificio más y el señor Mas lo sabe perfectamente por muy bussiness friendly que quiera ser. Y luego nos da una pista valiosa sobre lo que depara el futuro catalán que él presidirá: se abre una "transición" (entre lo peor y lo mejor, cabe suponer). Puro optipesimismo.

Hay quien sostiene que esa transición que imagina nuestro presidente cerrará el círculo de la historia catalana reciente. Si Pasqual Maragall quiso ser Jordi Pujol y José Montilla quiso ser Pasqual Maragall, la transición de Mas, ¿es la de llegar a un Pujol segunda generación? Cosas más raras se han visto y el futuro, como bien se observa a principios de este 2011, es impredecible, acaso insostenible. ¿Es sostenible que, a estas alturas, el nuevo y a la vez antiguo, estimado consejero de Cultura, señor Ferran Mascarell, asegure que la cultura (catalana) es "transversal", es decir, sin ideología alguna? ¿Es sostenible una cultura mermelada, una cultura algodón?

Bonito debate sería este si alguien se atreviera a contradecir tan solemne afirmación, de copyright neocon. La indiferencia ideológica de la cultura equivale a pensar que el creador y el consumidor hoy no están intermediados por potentes industrias de pensamiento único, confusión frecuente en el fastuoso e insostenible debate sobre la propiedad intelectual. Acaso 2011 celebre alegremente el derrumbe definitivo de los creadores: ¿son sostenibles? Creadores y consumidores de cultura pueden ser, ambos, víctimas de la insostenible guerra entre las industrias de las telecomunicaciones y la electrónica contra la industria editorial, del cine, de las galerías y hasta de los mecenas. Lo virtual contra lo real, lo moderno contra lo antiguo, dirán los transversalistas. En un país tan habituado a la copia, al plagio y a no citar nunca de dónde se han sacado las ideas, todo esto parece una ridiculez. ¿Ridículo 2011?

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Lo que faltaba: ¿será 2011 un déjà vu? ¿Por qué no? ¿No éramos tan insostenibles en los años pasados como lo somos hoy? La respuesta la deparará este emocionante 2011.

Margarita Rivière es periodista.

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