Columna

Una unidad de reciclaje

Esto va de dos anécdotas y una conclusión. En el barrio, hace meses, empezaron los trabajos para instalar un punt verd de reciclaje, justo en la esquina de casa. Nos enteramos porque lo indica la valla de protección de la obra. Como suele pasar, algunos vecinos quisquillosos se pusieron en guardia y en la librería que vende los diarios aparecieron unos folios para juntar firmas en contra del proyecto. Con poco éxito: el barrio es reciclador y la unidad, que a medida que crece se va haciendo más fea, tampoco promete muchas molestias. Es una instalación excesiva, de corte industrial, alta...

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Esto va de dos anécdotas y una conclusión. En el barrio, hace meses, empezaron los trabajos para instalar un punt verd de reciclaje, justo en la esquina de casa. Nos enteramos porque lo indica la valla de protección de la obra. Como suele pasar, algunos vecinos quisquillosos se pusieron en guardia y en la librería que vende los diarios aparecieron unos folios para juntar firmas en contra del proyecto. Con poco éxito: el barrio es reciclador y la unidad, que a medida que crece se va haciendo más fea, tampoco promete muchas molestias. Es una instalación excesiva, de corte industrial, alta y aparatosa, pero hay que reconocer que es la misma que hay en otras plazas de Barcelona. También es cierto que los operarios, que trabajan con parsimonia, llevan semanas levantando la acera y volviéndola a tapar después de practicar unos pozos profundos y misteriosos, o sea, que la cosa es compleja y está conectada a no se sabe qué.

Cada distrito debería tener todos los servicios, porque cuanto más lejos están de casa, menos se usan

Como resulta que el artefacto está junto a una zona de juegos infantiles, los vecinos mantuvieron la queja, ahora a través de Facebook, y nos convocaron una mañana, advirtiendo que vendría la tele. Vino un chico de BTV, que estuvo recogiendo opiniones entre los pocos congregados. Yo lo miré todo de lejos, haciendo como que paseaba el perro, porque estoy a favor de la instalación: si se quiere reciclar, nada como tener la oportunidad en la esquina. Los reticentes dicen que es peligroso ponerla tan cerca de los niños, como si fuera un almacén nuclear, pero en cualquier caso el barrio tiene más juegos a 100 metros, a 200 y a 300. Las madres prudentes pueden elegir.

Lo que me sorprende es que el Ayuntamiento, que me acaba de invitar mediante folleto domiciliario a presenciar cómo se da la primera palada de tierra del futuro parque metropolitano de Can Rigal, que está a 3 km de casa, palmo más palmo menos, no me cuente lo que está haciendo en la esquina. Ni siquiera a través de ese boletín mensual que manda a todas las casas y que comenta las obras del distrito y las generales en la ciudad. Se ve que el Ayuntamiento quiere compartir lo que es alegre y callar lo que puede ser polémico, y por eso esa revista oficial no recoge nunca cuestiones complejas y discutidas, de las que publican los diarios. Y, si es así, ¿vale la pena los dineros que cuesta? A lo mejor, me digo, se debatió el caso en el Consejo de Barrio, pero este organismo agrupa solo a las entidades, y estas representan a unos pocos vecinos modélicos, activos y organizados, de manera que no basta. La información es un derecho del ciudadano. Y hasta puede ser pedagógica.

La segunda anécdota le da a esto un giro más inquietante. Por razones que no vienen al caso, el Ayuntamiento me conmina a hacer un trámite relacionado con el padrón, y me indica que vaya a la oficina central de la plaza de Sant Miquel. Resabiada, voy a la sede del distrito a ver si lo puedo solucionar más cerca y, en efecto, puedo. Le comento a la persona que me atiende que la carta no dice nada de esta posibilidad. "Es que quieren minimizar los trámites en estas oficinas", dice, y con los ojos señala una columna: diversas pegatinas gritan "No a la externalización". Agrega la chica: "dentro de poco, los datos del padrón los gestionará una empresa privada". Pienso en el debate de si la policía ha de tener o no acceso a estos datos, mientras la chica se queja de que, no siendo funcionaria, igual acaba en la calle. La acompaño en el sentimiento.

¿Podemos sospechar, por tanto, que el Ayuntamiento está cuadrando de forma ejemplar los números mediante un ahorro que puede implicar una recentralización de la atención al ciudadano? Yo he visto OPI promocionando la oficina de Sant Miquel, que tiene un horario más amplio: el distrito solo atiende por la mañana, lo que no deja de ser un escándalo. No he oído que esto fuera tema de debate y debería serlo, porque significa cambiar radicalmente la política sostenida hasta ahora y que se basaba en la proximidad: cada distrito tenía que tener todos los servicios, porque cuanto más lejos están de casa, menos se usan. Repito: menos se usan. ¿Está de verdad pasando todo esto y no lo sabemos? Hay demasiado silencio entre el distrito y los ciudadanos.

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Patricia Gabancho es periodista.

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