Columna

Cuerpo herramienta

Se dice que se hace algo "por deporte" cuando se quiere significar la gratuidad o al menos una cierta despreocupación por las recompensas materiales. Hoy es cada vez más difícil atribuirle sentido a esta acepción porque el deporte se está convirtiendo en uno de los ámbitos donde más protagonismo tiene el dinero, la expectativa de una gratificación económica. Es habitual que se nos presenten listas de deportistas ordenados según los ingresos que consiguen. Es moneda corriente hablar de fichajes millonarios, es decir, tratar como una partida contable y rentable el talento deportivo de un jugador...

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Se dice que se hace algo "por deporte" cuando se quiere significar la gratuidad o al menos una cierta despreocupación por las recompensas materiales. Hoy es cada vez más difícil atribuirle sentido a esta acepción porque el deporte se está convirtiendo en uno de los ámbitos donde más protagonismo tiene el dinero, la expectativa de una gratificación económica. Es habitual que se nos presenten listas de deportistas ordenados según los ingresos que consiguen. Es moneda corriente hablar de fichajes millonarios, es decir, tratar como una partida contable y rentable el talento deportivo de un jugador.

La organización de eventos deportivos, sobre todo si son mundiales u olímpicos, se ve o se presenta esencialmente como un hecho económico, como una oportunidad de ganancia material. Otras consideraciones - ligadas a la pedagogía, la estética o la higiene de vida, por ejemplo- no sólo no suelen constituir el núcleo duro del proyecto y su debate, sino que son, si son, pobremente abordadas. Desde infinidad de fuentes, en fin, se sustenta la evidencia de la colosal dimensión de negocio, o la dimensión de colosal negocio que supone hoy el deporte. Con el impacto que todo ello tiene en el terreno de los principios, desde el comienzo, porque no hay que olvidar que el deporte se aprende, es decir, se enseña.

Está claro que hacer deporte por hacer, por placer, no es lo mismo que hacerlo por dinero. Que hacer deporte por puro "amor al arte" (otra expresión amenazada de anacronismo y cuyo sentido se ha vuelto por ello tan importante defender) no revela o activa el mismo paisaje interior que hacerlo para ganar. En el primer caso estamos en el vecindario generoso de la superación, en el segundo, en el tiránico territorio de la competitividad. En el primero el otro es un compañero, un colaborador necesario; en el segundo, necesariamente un rival. En el primero, el cuerpo es una fuente de sorpresas y de alegrías, porque la actividad física hace que vayamos a más y a mejor, que nos descubramos nuevas aptitudes, o lo que es lo mismo, el cuerpo se refuerza en su condición de sujeto. En el segundo caso, el cuerpo se convierte en un campo de batalla; en un patrón de medir insatisfacciones o insuficiencias, en una materia elástica sometida cada vez a más tensión, a más duro "estiramiento". En definitiva, en un objeto, en una herramienta que se trabaja y "condimenta" para que adquiera la forma y la resistencia adecuadas para alcanzar el objetivo más puntualmente material.

Lejos de mi intención exculpar a los deportistas que se dopan; quien lo hace lo hace queriendo, o por acudir tristemente a la ironía, "a conciencia". Confieso que también me conmueven, que me despiertan una forma de civil compasión esos cuerpos herramienta, redimensionados sin cesar o perpetuamente insatisfechos de sí; exiliados del placer de la gratuidad, del correr o lo que sea, porque sí, por la frescura, la inocencia del aire en la cara.

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