Trinitat Vella clama contra la droga

Vecinos y comerciantes alertan del deterioro del barrio por la venta y consumo de estupefacientes - Destrozado un dispensador de jeringuillas en la vía pública

"Allí donde veas una vela en una acera de este barrio es donde están los puntos de venta de droga". Así lo explica José María López, vecino de Trinitat Vella y miembro de la plataforma vecinal Coordinadora Antidroga. Sus palabras se mezclan en el aire con los gritos de los 150 manifestantes que cada semana, como el pasado jueves, salen a la calle para protestar por los problemas que la venta y el consumo de estupefacientes generan en el barrio. "¡Ni drogas ni traficantes!" es la frase más coreada en la marcha. El sonido metálico de las persianas al cerrarse, muestra de apoyo de los comerciante...

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"Allí donde veas una vela en una acera de este barrio es donde están los puntos de venta de droga". Así lo explica José María López, vecino de Trinitat Vella y miembro de la plataforma vecinal Coordinadora Antidroga. Sus palabras se mezclan en el aire con los gritos de los 150 manifestantes que cada semana, como el pasado jueves, salen a la calle para protestar por los problemas que la venta y el consumo de estupefacientes generan en el barrio. "¡Ni drogas ni traficantes!" es la frase más coreada en la marcha. El sonido metálico de las persianas al cerrarse, muestra de apoyo de los comerciantes con las quejas vecinales, completa el molesto ruido de fondo que el tráfico de drogas levanta en Trinitat Vella.

"Aquí hay muchos puntos de venta. La droga es asequible y barata ¿Si no, por qué vienen a este barrio y no a otros?", se queja José María López. Les duele a los vecinos, les duele a los comerciantes, pero todos ellos alertan de que el tráfico de drogas se está incrustando en la vida diaria de Trinitat Vella. Su presencia se ve en los carteles de protesta, se oye en las charlas en los parques y también se comenta cuando ocurren hechos terribles como la reciente muerte por sobredosis de un toxicómano a pocos metros de una guardería.

La concejal de Sant Andreu, Gemma Mumbrú, admite el malestar existente entre el vecindario. Y no oculta su frustración por el fracaso de las medidas adoptadas hasta el momento para intentar "aislar a los toxicómanos" con dispositivos a su servicio en lugares retirados "que no supongan un problema para los vecinos".

A veces son pequeños conflictos los que ilustran las grandes batallas como la de la lucha contra la droga. En este caso, un pequeño dispensador de jeringuillas focalizó la ira del vecindario hasta que hace un mes alguien lo destrozó a golpes de casco.

Nadie cuestiona que el reparto de jeringuillas esterilizadas es una de las mejores medidas en las políticas de atención a la drogadicción. Evita contagios de enfermedades como el sida y la hepatitis, reduce el daño que sufren los toxicómanos al inyectarse y, al distribuirse en un lugar determinado, las jeringuillas son también el gancho con el que los servicios sociales tratan de atraer a los usuarios de drogas a los tratamientos de desintoxicación. Pero el cómo y el dónde repartirlas es un constante foco de problemas. En un principio, las farmacias vendían las jeringuillas a los consumidores. El problema llegó cuando estas se negaron a seguir haciéndolo por las quejas de vecinos y clientes.Tras la negativa de los boticarios a seguir vendiendo jeringuillas, el centro de atención primaria (CAP) de Via Barcino pasó a dispensarlas de forma gratuita hasta que, para evitar molestias a los usuarios del centro, se instaló el dispensador. El dispositivo era una pequeña máquina como las de tabaco, muy sencilla de utilizar y situada al final de un callejón. Los educadores sociales facilitaban a cada toxicómano las fichas con las que obtener las jeringuillas de la máquina. "Ellos trabajan desde la salud y la prevención, y sin las fichas que ellos daban no podían obtener las jeringuillas, con lo que nos asegurábamos de que cada drogodependiente era atendido por un educador", explica la concejal Gemma Mumbrú.

Pero, según May Jiménez, de la Coordinadora Antidroga, la máquina estaba situada muy próxima a un colegio, una guardería y un polideportivo, lo que exacerbó las quejas vecinales. Mumbrú asegura que su ubicación se eligió "precisamente para separar la máquina de los lugares de vida del barrio". Es cierto, sin embargo, que como se quejan los vecinos, la base de cemento que señala el lugar donde estaba la máquina se encuentra apenas a 50 metros de un colegio.

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Desde que el distribuidor fue destrozado, el reparto de jeringuillas y el control de los usuarios de drogas vuelve a hacerse desde el CAP de Via Barcino. El doctor Joan Joventany, director del centro, explica que colaboran con el Ayuntamiento para mejorar la salud de la población. "No sé si es la mejor o la peor solución, esto lo decide el Ayuntamiento. Para nosotros mejor que no haya tráfico de drogas, pero si existe, el proyecto pretende evitar los contagios de enfermedades como sida", asegura.

Los servicios municipales tienen contabilizados 89 toxicómanos en Trinitat Vella gracias a los educadores distribuidos en la zona y al CAP, con los que están en contacto para adquirir las jeringuillas.

Pero esta no es la única política para hacer frente al problema, dice Mumbrú. La concejal asegura que se ha reforzado la presión de los Mossos d'Esquadra contra los pequeños camellos y los servicios de limpieza. El pasado mes de septiembre se autorizó, además, la instalación de dos cámaras de vigilancia en la Via Barcino -donde está situado el CAP- y en la calle del Pare Pérez del Pulgar, en principio, por un año.

La presencia policial y las detenciones también se han multiplicado en el barrio. En octubre, los Mossos d'Esquadra detuvieron a una mujer que, según Interior, encabezada la principal red de suministro de estupefacientes en el barrio. Otras seis personas, de una misma familia, fueron arrestadas.

Oriol Escolies, director de Proyecto Hombre Cataluña, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la rehabilitación de toxicómanos, califica Trinitat Vella como uno de los barrios con más problemas de tráfico de drogas. Desde que se derrumbó Can Tunis, las personas con problemas de drogadicción se distribuyeron por diferentes barrios: uno de ellos fue Trinitat Vella. Escolies afirma que estas actuaciones municipales son necesarias para controlar la transmisión de enfermedades en gente reincidente. "Aun así, comprendemos el malestar de los vecinos. Creemos que los ayuntamientos invierten solo en políticas económicas, porque, ¿hasta qué punto se invierten en otras opciones? Existen más alternativas". Proyecto Hombre Cataluña respalda estas medidas municipales, "si también van acompañadas de educación y prevención", puntualiza Escolies.

El barrio de Trinitat Vella es uno de los que más ha sufrido el efecto de la crisis económica. Solo el año pasado, la renta familiar bajó el 8,5%, y se sitúa 30 puntos por debajo de la media de Barcelona.

Una joven ante una casa de Trinitat Vella en la que un cartel especifica que no tienen nada que ver con el mundo de la droga.MARCEL·LÍ SÀENZ

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