Crítica:MÚSICA | BARENBOIM

La fiesta culta

La atmósfera ambiental predisponía a la concordia: dos políticos de signo opuesto como Gallardón y Chaves, sentados en la primera fila uno al lado del otro; jóvenes israelíes y palestinos haciendo música juntos y superando así conflictos históricos de sus países. La Pastoral, de Beethoven, encajaba a las mil maravillas para prolongar musicalmente este clima de armonía. Daniel Barenboim la planteó desde la serenidad, con dos primeros movimientos en el límite de lo contemplativo, transmitiendo una sensación de paz. El desarrollo fue, en todo momento, transparente dentro de un enfoque de e...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La atmósfera ambiental predisponía a la concordia: dos políticos de signo opuesto como Gallardón y Chaves, sentados en la primera fila uno al lado del otro; jóvenes israelíes y palestinos haciendo música juntos y superando así conflictos históricos de sus países. La Pastoral, de Beethoven, encajaba a las mil maravillas para prolongar musicalmente este clima de armonía. Daniel Barenboim la planteó desde la serenidad, con dos primeros movimientos en el límite de lo contemplativo, transmitiendo una sensación de paz. El desarrollo fue, en todo momento, transparente dentro de un enfoque de entidad camerística.

La fiesta vino después, con una Séptima enérgica y hasta vibrante, embriagada de ritmos, rebosante de esperanza y con un movimiento final trepidante en el que convivían con naturalidad el virtuosismo y la fuerza. No fue, en cualquier caso, una versión ligera, e incluso tuvo desigualdades en la ejecución, pero desprendió en todo momento una vitalidad arrolladora.

BARENBOIM

Beethoven: Sinfonías 6 y 7. Orquesta West-Eastern Divan. Director: Daniel Barenboim. Veranos de la Villa. Plaza Mayor, Madrid, 5 de agosto

Más información

Barenboim se mostró dominador, subrayando siempre la globalidad constructiva y atento a los detalles de matiz. Los músicos le siguieron, en líneas generales, con entrega y disciplina. Viviendo con responsabilidad su privilegiada misión. El espectáculo, en cualquier caso, estaba en la abarrotada plaza Mayor, con un público respetuoso y expectante que siguió el concierto con un silencio y una concentración casi religiosas, para explotar al final de entusiasmo. La condición de poco experto de un sector de este público se notó en los aplausos entre movimientos, pero eso en esta ocasión importaba poco o nada ante la dimensión social de la ceremonia compartida.

Fue una fiesta culta, o una fiesta de la cultura si se prefiere. Beethoven volvió a demostrar que no envejece, que su música perdura con una intensidad y una modernidad fuera de discusión. Barenboim, como sumo sacerdote de esta historia, hipnotizó a los músicos y al público para hacer realidad feliz el sueño de una noche de verano.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En