Editorial:

Frente al bloqueo balear

Con todas las salidas cerradas, Antich tendrá que adelantar los comicios: que decida el voto

La dimisión como presidenta del Parlamento autónomo y retirada de la política de Maria Antònia Munar, cabeza visible de Unió Mallorquina (UM), ha desatado un terremoto político en Baleares. Pese a contar con sólo tres escaños en un Parlamento de 59, ese pequeño partido ha sido decisivo para decantar mayorías en las principales instituciones de las islas. El PSOE gobierna en el Ayuntamiento de Palma, el Consell de Mallorca y el Gobierno balear gracias a los votos de UM (y los de una constelación de minúsculas formaciones locales) cuando el PP está en los tres ámbitos a un solo voto de la mayorí...

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La dimisión como presidenta del Parlamento autónomo y retirada de la política de Maria Antònia Munar, cabeza visible de Unió Mallorquina (UM), ha desatado un terremoto político en Baleares. Pese a contar con sólo tres escaños en un Parlamento de 59, ese pequeño partido ha sido decisivo para decantar mayorías en las principales instituciones de las islas. El PSOE gobierna en el Ayuntamiento de Palma, el Consell de Mallorca y el Gobierno balear gracias a los votos de UM (y los de una constelación de minúsculas formaciones locales) cuando el PP está en los tres ámbitos a un solo voto de la mayoría absoluta. UM también es el epicentro de un tinglado de negocios corruptos de los que se habla hace años sin que nadie pareciera interesado en atajarlos.

Como suele ocurrir en las películas sobre la mafia, ha sido el más próximo quien ha tirado de la manta, no se sabe si para salvarse a sí mismo o para hundir el templo con él y todos los filisteos dentro: Miquel Nadal, el que fue hombre de confianza de Munar, imputado en cuatro causas por corrupción, ha acusado a su mentora de ser corresponsable de uno de ellos, relacionado con desvío de fondos públicos para pagar gastos del partido. Ello ha provocado la dimisión de Munar, que era la única dirigente de UM que conservaba un cargo público relevante.

Hace un mes que el PSOE decidió sacar de los equipos de Gobierno de las tres instituciones a los miembros de UM; pero este partido conserva sus escaños, que siguen siendo decisivos. El presidente balear, Francesc Antich, intenta seguir gobernando, ahora en minoría: 27 escaños, frente a los 29 del PP. Este partido plantea la disolución y la convocatoria adelantada de elecciones. Exigencia paradójica cuando 18 de las 19 causas de corrupción abiertas se refieren a escándalos producidos durante la anterior legislatura, en la que gobernó el PP en alianza con UM.

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Pero el socialista Antich no podía ignorar a la altura de 2007 con quién se aliaba para conformar una mayoría alternativa: asumió el riesgo de que le pasara lo que le ha pasado. Otra salida sería una moción de censura del PP con apoyo de los tres diputados de UM. Pero los conservadores dudan de los efectos a medio plazo de contar con los votos de quienes han provocado la crisis, incluso si la formación de Munar ya ha anunciado un congreso extraordinario en el que cambiará de nombre.

La situación es, por tanto, de ésas en las que todas las salidas parecen cerradas. Pero por eso mismo es la hora de una cierta audacia. A no ser que el PP acepte alguna forma de pacto hasta las elecciones de 2011, con las políticas anticrisis como programa, Antich no tendrá más remedio que ir a unas elecciones anticipadas. Asumiendo el riesgo de no alcanzar, sin UM, la mayoría necesaria para seguir gobernando, y reconociendo el error de haber pactado con ese partido; pero con la baza a su favor de que el suyo sea el único de los tres partidos principales de las islas no salpicado por la corrupción reinante.

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