Columna

Femenino singular

Hace años, la editorial Lumen tenía reservado a las escritoras un premio -Femenino Singular-, que acabó por desaparecer como resultado, supongo, de las ridiculizaciones a que fue sometido.

Visto de modo superficial, ese premio podía hacer pensar en la Academia Femenina de Conducción a la que se apuntaron algunas mujeres a principios de la década de 1970. Ahora, da risa una academia sólo para ellas y, sin embargo, en aquellos tiempos en que era frecuente oír a los señores gritar a cualquier mujer al volante: "a fregar platos", creo que resultaba más que admisible.

Entonces, ¿tenía...

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Hace años, la editorial Lumen tenía reservado a las escritoras un premio -Femenino Singular-, que acabó por desaparecer como resultado, supongo, de las ridiculizaciones a que fue sometido.

Visto de modo superficial, ese premio podía hacer pensar en la Academia Femenina de Conducción a la que se apuntaron algunas mujeres a principios de la década de 1970. Ahora, da risa una academia sólo para ellas y, sin embargo, en aquellos tiempos en que era frecuente oír a los señores gritar a cualquier mujer al volante: "a fregar platos", creo que resultaba más que admisible.

Entonces, ¿tenía razón de ser un premio exclusivamente para mujeres? ¿Sería normal un certamen masculino singular? Desde luego, parece absurdo. Como también parecería desatinada una antología de los mejores cuentos de varones o una Real Academia en la que sólo se sentaran ellos. Lo natural es que todo sea mixto, como mixta es la población.

Me voy a permitir el lujo de elaborar mi propia lista de las mejores obras literarias de la década

Paradójicamente, ni en los premios, ni en las antologías, ni en los organismos oficiales acostumbran a aparecer muchos nombres de mujeres. A menudo, incluso, ninguno. A pesar de todo, esos listados sin ninguna muestra femenina son pretendidamente mixtos, lo que lleva a entender el porqué de ese antiguo premio Femenino Singular.

Este fenómeno de la mixticidad ilusoria se ha vuelto a dar en estos últimos días cuando los medios de comunicación han divulgado los títulos de las mejores obras literarias de la década.

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Así que, para informar mejor al público, me voy a permitir el lujo de elaborar mi propia lista de libros, haciendo hincapié en que se trata, por supuesto y aunque no se perciba con claridad, de una selección mixta.

Por orden alfabético de apellidos, ésta es mi selección (¡y me dejo muchas obras en el teclado del ordenador!):

Amorós, Celia. La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias. Ediciones Cátedra. Un trabajo lúcido, que recibió el premio Nacional de Ensayo, sobre el feminismo de la igualdad, el único posible en opinión de la autora.

Atwood, Margaret. El asesino ciego. Ediciones B. Una apasionante novela de adulterios y venganzas familiares, construida como un juego de muñecas rusas.

Barbery, Muriel. La elegancia del erizo. Seix Barral. Una novela inteligente y cáustica sobre una portera insólita en el corazón de París.

Castro, Luisa. Viajes con mi padre. Editorial Planeta. Una historia de gran fuerza narrativa sobre la iniciación a la vida.

Durán, M. Ángeles. El valor del tiempo. Editorial Espasa. Un ensayo imprescindible para entender que el tiempo dedicado al cuidado (equivalente al 60% del PIB) es tan importante como el tiempo dedicado a la producción.

Freixas, Laura. Adolescencia en Barcelona hacia 1970. Editorial Destino. Un espléndido retrato autobiográfico (y de toda una generación) de la vida de las mujeres al final de la dictadura.

Grandes, Almudena. El corazón helado. Editorial Tusquets. Una bien construida novela sobre la Guerra Civil española y sus consecuencias, que deberían leer quienes no entienden la Ley de la Memoria Histórica.

Huston, Nancy. Marcas de Nacimiento. Ediciones Salamandra. La historia de cuatro generaciones marcadas por un mismo acontecimiento que tuvo lugar en el pasado, durante la Segunda Guerra Mundial.

Hustvedt, Siri. Todo cuanto amé. Editorial Circe. Una hermosa y compleja novela sobre las relaciones personales, los sentimientos y el mundo del arte.

Nothomb, Amelie. Metafísica de los tubos. Editorial Anagrama. Una divertida e ingeniosa metáfora del despertar a la vida de la propia autora.

Monsó, Imma. Una tempesta. Editorial La Magrana-RBA. Una novela de intriga que cuenta en clave irónica la a veces difícil relación de una autora con quien la lee.

Y, para terminar y demostrarles que mi selección es mixta, citaré la obra de un escritor, que, incomprensiblemente para mí, no ha sido seleccionado por los medios: El palacio azul de los ingenieros belgas de Fulgencio Argüelles (editorial Acantilado), una novela bella y sutil sobre la difícil vida de los mineros asturianos a primeros del siglo XX.

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