AL CIERRE

Ópera subterránea

Seguro que le han visto en alguna ocasión. Su escenario es el andén de la línea verde del metro de Barcelona de paseo de Gràcia. Y su público, las miles de personas que pasan por allí todos los días. Paradoja de estos tiempos, a pesar de estar en sitio tan visible -y de llevar tanto tiempo en él- su historia ha adquirido la textura de la leyenda urbana. O lo que es lo mismo: nadie tiene la menor idea de quién es o qué hace plantado en aquel lugar.

La tarde que escogí para abordarle estaba rodeado de turistas que le miraban entre divertidos y asustados. No pude hablar con él, simplemente...

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Seguro que le han visto en alguna ocasión. Su escenario es el andén de la línea verde del metro de Barcelona de paseo de Gràcia. Y su público, las miles de personas que pasan por allí todos los días. Paradoja de estos tiempos, a pesar de estar en sitio tan visible -y de llevar tanto tiempo en él- su historia ha adquirido la textura de la leyenda urbana. O lo que es lo mismo: nadie tiene la menor idea de quién es o qué hace plantado en aquel lugar.

La tarde que escogí para abordarle estaba rodeado de turistas que le miraban entre divertidos y asustados. No pude hablar con él, simplemente no me hizo el menor caso. Andaba abstraído, emitiendo una especie de sonsonete musical que podría asemejarse a la ópera. Mejor dicho, se parecía a lo que hacen los cantantes líricos cuando ensayan y calientan la voz. A pie de andén, los comentarios de los pasajeros eran de conmiseración. Un anciano, con americana y corbata, lanzando gorgoritos y agitando los brazos, era interpretado sin muchas vacilaciones como un caso claro de trastorno mental.

Estuve un buen rato observándole y escuchando a las señoras mayores, que movían la cabeza pensativas. Un chico con aspecto alternativo me aclaró que se le conoce como Fígaro y que lleva 20 años en aquella misma estación. Por lo que supe, su hija había muerto allí e iba a cantarle todos los días. Antes de meterse en el vagón, aquel muchacho me dijo que buscara en Internet, pues él había leído algo sobre tan inopinado intérprete. Y efectivamente, en la Red figuran varias versiones de la historia. Que si es un cantante famoso, enloquecido por la muerte de un familiar; que se trata de un veterano músico que aprovecha la sonoridad del túnel para ensayar; que sólo canta cuando está en el metro, que cesan sus serenatas en cuanto asoma un empleado de la compañía. Es decir, todo y nada, rumores sin verificar, a los que el propio interesado no responde de manera alguna.

Quizá así sea mejor, que siga el misterio y la gente se haga preguntas sobre el cantante del subterráneo, quizá el último personaje pintoresco que le queda a Barcelona, dedicado a ofrecer sus cánticos sin pedir nada a cambio. Al fin y al cabo, una ciudad sin leyendas es un lugar muy aburrido.

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