Análisis:EL ACENTO

Cotino se mete a teólogo

La Generalitat valenciana ha decidido equiparar los embriones a los nacidos a los efectos de las ayudas autonómicas a la vivienda. Nada cabría objetar, en principio, a esta súbita preocupación social exhibida por un Gobierno que, como el de Camps, hace tiempo que no está para grandes iniciativas; nada, en efecto, salvo que una decisión de tanta trascendencia como determinar los derechos del nasciturus -un asunto que ocupa a juristas y teólogos desde los tiempos clásicos- se pretenda resolver mediante el insólito rodeo de una norma promovida nada menos que desde la Consejería de Medio Am...

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La Generalitat valenciana ha decidido equiparar los embriones a los nacidos a los efectos de las ayudas autonómicas a la vivienda. Nada cabría objetar, en principio, a esta súbita preocupación social exhibida por un Gobierno que, como el de Camps, hace tiempo que no está para grandes iniciativas; nada, en efecto, salvo que una decisión de tanta trascendencia como determinar los derechos del nasciturus -un asunto que ocupa a juristas y teólogos desde los tiempos clásicos- se pretenda resolver mediante el insólito rodeo de una norma promovida nada menos que desde la Consejería de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda, a cuya cabeza se encuentra Juan Cotino. Es cierto que la Comunidad Valenciana ya se había singularizado por extravagancias como la de impartir Educación para la Ciudadanía en inglés.

No se trata sólo de que el Gobierno central esté pensando en recurrir la norma valenciana, amparándose en que la protección constitucional del concebido no nacido es distinta de la del ciudadano. El problema reside, sobre todo, en que la Consejería de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda no parece el lugar administrativo apropiado para abordar cuestiones como la de los derechos de los embriones.

Pero si el consejero Cotino ha dado en la rara manía de terciar en la interminable disquisición sobre los derechos del nasciturus, se encuentre en la responsabilidad administrativa que se encuentre -estando en la de Bienestar Social subvencionó a las entidades que tuvieran entre sus fines "proteger el derecho a la vida en formación"-, el presidente Camps debería ofrecerle un departamento a la altura de su vocación: una Consejería de Asuntos Morales y Teológicos. Tampoco harían falta muchas reformas. Puesto que se trata del Gobierno valenciano, donde las medidas se aplican a través de imprevisibles rodeos, el nuevo nombre de la consejería no impediría a Cotino seguir ocupándose de Medio Ambiente, Agua, Urbanismo y Vivienda.

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Aunque cabría otra solución propia de la Generalitat valenciana, y es que, fuera cual fuese el nombre de la consejería de Cotino, se tradujera al inglés.

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