Análisis:EL ACENTO

Petardos, fallas y Berlanga

A Luis García Berlanga se le ha dado muy bien hurgar en las costras de la España negra, ese majado de picaresca miserable, crueldad y analfabetismo que el franquismo acertó a convertir en una dictadura plúmbea y que la cacharrería digital posmoderna apenas consigue maquillar. Véase si no cómo, cuando se corre el rímel y se difumina el colorete, reaparece en pringosas manifestaciones contra el aborto, en los corruptos de cerrado y sacristía o en la vesania histérica de sedicentes periodistas del corazón. Si el universo fuera compasivo, los españoles despertarían un día a una realidad paralela e...

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A Luis García Berlanga se le ha dado muy bien hurgar en las costras de la España negra, ese majado de picaresca miserable, crueldad y analfabetismo que el franquismo acertó a convertir en una dictadura plúmbea y que la cacharrería digital posmoderna apenas consigue maquillar. Véase si no cómo, cuando se corre el rímel y se difumina el colorete, reaparece en pringosas manifestaciones contra el aborto, en los corruptos de cerrado y sacristía o en la vesania histérica de sedicentes periodistas del corazón. Si el universo fuera compasivo, los españoles despertarían un día a una realidad paralela en la que Fabra, Camps, Ric Costa, Rita Barberá y el alcalde de El Ejido, entre otros muchos, son personajes de una comedia fallera y petardista dirigida por Berlanga, algo así como una versión de El show de Truman en tono de Todos a la cárcel. Pero el cosmos no es misericordioso; apenas concede que García Berlanga reciba un homenaje de vez en cuando, como el último que acaba de recibir en la Mostra de Cine de Valencia. Merecido lo tiene. Siguiendo la artera clasificación de Andrew Sarris para el cine americano, Berlanga ocupa, con Luis Buñuel, el Olimpo de los directores españoles. La doble B. Y no se espera que nadie les acompañe en los próximos lustros.

Berlanga merece ese y otros reconocimientos no sólo por la calidad de su cine; también porque acertó a diagnosticar la enfermedad que causa el raquitismo del cine español: falta de industria y orfandad de género, apuntó en los años cincuenta cuando la intelligentsia del cine se enredaba en interminables conjeturas sobre calidad, censura y compromiso ideológico. Como si predicara en el desierto, entonces y ahora.

Ni el cine español ha conseguido crear una industria solvente que le garantice una rentabilidad media a sus productos contando con la calidad de sus profesionales, ni hay otro género cinematográfico propio que no sea el exangüe de la "Guerra Civil vista a través de los ojos de un niño" o los melodramas mal fotocopiados de los originales de Douglas Sirk o Vincente Minnelli. Conste que no falta talento para el cine de género. Días contados, La comunidad, La caja 507 o Rec lo demuestran. Falla la industria y sobran los petardos.

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