Editorial:

Escaso realismo

El calendario de incorporaciones a la UE de la Comisión Europea es más que discutible

Los tiempos han cambiado, pero la Comisión Europea no se da cuenta y se muestra incapaz de aprender de sus propios errores. El optimismo que rezuma su previsión de cerrar las negociaciones de adhesión de Croacia el año próximo y su precipitada urgencia en admitir a Islandia en igual fecha son descabellados. Sobre todo cuando el Tratado de Lisboa, la arquitectura institucional que debe reordenar, con retraso, a la Europa ya ampliada a 27, sigue todavía sometido al inadmisible chantaje del presidente checo, Václav Klaus. Un chantaje que ha enlazado con el resultado del referéndum irlandés y que ...

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Los tiempos han cambiado, pero la Comisión Europea no se da cuenta y se muestra incapaz de aprender de sus propios errores. El optimismo que rezuma su previsión de cerrar las negociaciones de adhesión de Croacia el año próximo y su precipitada urgencia en admitir a Islandia en igual fecha son descabellados. Sobre todo cuando el Tratado de Lisboa, la arquitectura institucional que debe reordenar, con retraso, a la Europa ya ampliada a 27, sigue todavía sometido al inadmisible chantaje del presidente checo, Václav Klaus. Un chantaje que ha enlazado con el resultado del referéndum irlandés y que prolonga el penoso camino de la reforma europea.

El avance modernizador de Croacia es limitado, aunque mayor que el de algunas otras repúblicas ex yugoslavas. La precariedad de su sistema judicial y del respeto a los derechos humanos, extraordinaria. Y la económica, sustancial. La experiencia del ingreso de los países bálticos demuestra que el benevolente rasero aplicado a enjuiciar su trato a las minorías (rusa, sobre todo) no hace más que enquistar las deficiencias xenófobas del mismo. Algo parecido sucede con la economía rumana o con la búlgara. Y el filibusterismo checo indica que no debe integrarse a ningún otro país que exhiba fragilidad o dudas en su compromiso europeo, como Islandia. Sería suicida.

Las palmadas a Zagreb coinciden con un contundente rapapolvo a Ankara, al que sin duda no es ajeno el intento del primer ministro Tayyip Erdogan de doblegar al mayor grupo de comunicación del país, muy crítico con el jefe del Gobierno. La lentísima negociación con Turquía legitima a los antieuropeos de ese país cuando destacan el agravio comparativo que supone la precipitada bienvenida de los 27 a Islandia, un candidato improvisado por su reciente bancarrota económica.

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Aunque no sea su intención explícita, los hechos apuntan a que Bruselas ha caído en la tentación de retrasar las negociaciones con los países de mayoría (o minoría sustantiva) musulmana. Se detecta así una inaceptable doble velocidad: los países balcánicos de raigambre cristiana, por un lado; y los musulmanes, Bosnia, Albania, Macedonia o Kosovo, por el otro. La decisión sobre la supresión de la exigencia de visado para viajar a la Unión Europea desde cada uno de ellos será la próxima prueba del nueve.

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