Reportaje:

En busca de los tambores perdidos

La vigilancia policial en el Retiro echa a los percusionistas y deja el parque en silencio

En el parque del Retiro ya sólo se oye el canto de los pájaros. Como mucho, el rasgueo de alguna guitarra. Ni rastro del habitual eco de tambores que solían reunirse los días festivos detrás del lago. La entrada al monumento a Alfonso XII permanece rodeada por vallas y custodiada por dos coches de la policía municipal. Tres agentes no le quitaron ojo durante la mañana de ayer.

"¿Por qué está esto vallado?". Algunos paseantes se molestaban por no poder acceder al recinto por los pórticos laterales, que quedan cerrados por las vallas, obligando a la gente a entrar por el acceso central, d...

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En el parque del Retiro ya sólo se oye el canto de los pájaros. Como mucho, el rasgueo de alguna guitarra. Ni rastro del habitual eco de tambores que solían reunirse los días festivos detrás del lago. La entrada al monumento a Alfonso XII permanece rodeada por vallas y custodiada por dos coches de la policía municipal. Tres agentes no le quitaron ojo durante la mañana de ayer.

"¿Por qué está esto vallado?". Algunos paseantes se molestaban por no poder acceder al recinto por los pórticos laterales, que quedan cerrados por las vallas, obligando a la gente a entrar por el acceso central, donde se apostaban los policías. "Para proteger el monumento y que la gente no se suba", respondió uno de ellos. "¿No tiene nada que ver con esos carteles de ahí?" "Sí, con todo un poco".

El monumento de Alfonso XII es un área "protegida" acústicamente
Un músico extranjero tocaba sin tener ni idea de la prohibición

Los carteles son los que el Ayuntamiento puso la semana pasada y que declaran el lugar "espacio acústicamente protegido". La explicación viene debajo: "Prohibido utilizar instrumentos de percusión o amplificadores de sonido". La cosa, de momento, ha tenido efecto. En el Retiro no había ni rastro de djembes.

Si alguien tenía ayer pensado aprovechar la mañana festiva para darle a los bongos tuvo, por fuerza, que abandonar la idea. Al menos en el parque de referencia de los percusionistas aficionados madrileños, donde encontrar un tambor era como buscar una aguja en un pajar.

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Ni uno entre los jóvenes que se reunían al sol en los alrededores del lago. Ni entre los que compartían bolsas de patatas tumbados en la hierba cerca del Palacio de Cristal. Nada.

Pero sólo era cuestión de paciencia. De aguzar el oído. Alejarse de las canciones infantiles que salían de un teatrillo callejero. Esquivar los agudos timbrazos de las bicicletas que pitaban pidiendo paso. Hasta que allí, a doscientos metros del lago, se escuchaba un leve tamborileo.

El rastro llevaba hasta un chico que, sentado bajo un árbol, seguía el ritmo de la música que salía de su iPod a golpe de djembe. Para saber si estaba quebrantando las advertencias policiales a sabiendas, había que repetirle la pregunta en inglés, porque el percusionista solitario resultó llamarse John y ser de Londres. Y no, no tenía ni idea de que tocar el tambor en el parque estaba prohibido por la Ordenanza de Protección de la Atmósfera contra la Contaminación, que el Ayuntamiento decidió la semana pasada aplicar a rajatabla debido, según explicaron, a las numerosas quejas vecinales. "Ya me extrañaba no haber oído hoy música", exclamó John deteniendo su apenas audible golpeteo. A él, que lleva dos meses en Madrid grabando un disco y es un apasionado de la música, le parecía "algo muy interesante" que la gente tuviese un lugar de reunión en el que juntarse a tocar.

Lo mismo piensan los afectados, los que ya no desenfundan sus djembes por la presencia policial. El domingo hicieron una protesta silenciosa y ya son más de 350 los que se han unido al grupo de Facebook llamado "Por la percusión en el Retiro que ha prohibido Gallardón".

Nadie fue a decirle nada al percusionista inglés solitario, que no sabía que estaba infringiendo la ordenanza y de que su instrumento podía "ser intervenido" por los agentes, "para su depósito en dependencias municipales". Por si acaso, John dejó el tambor a un lado y se contentó con la música que llevaba grabada en su reproductor. "No vaya a ser que me lleven arrestado a comisaría", bromeó al despedirse.

Los agentes vigilan la entrada del monumento a Alfonso XII.SAMUEL SÁNCHEZ

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