Cartas al director

Puntualización

Resulta extraño leer en los artículos de EL PAÍS dedicados al 70º aniversario del inicio de la II Guerra Mundial cosas muy alejadas de la realidad, que no buscan vías de reconciliación sino que avivan los sentimientos pasados.

El sentido de la participación del presidente de Gobierno ruso en las conmemoraciones de Polonia y el mensaje de su artículo en el diario polaco son totalmente contrarios a la interpretación que hacen los autores de su periódico. Su visita se percibe por todos como un esfuerzo de aproximación a la vecina Polonia. Fue reiterado claramente que Rusia condena el pacto...

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Resulta extraño leer en los artículos de EL PAÍS dedicados al 70º aniversario del inicio de la II Guerra Mundial cosas muy alejadas de la realidad, que no buscan vías de reconciliación sino que avivan los sentimientos pasados.

El sentido de la participación del presidente de Gobierno ruso en las conmemoraciones de Polonia y el mensaje de su artículo en el diario polaco son totalmente contrarios a la interpretación que hacen los autores de su periódico. Su visita se percibe por todos como un esfuerzo de aproximación a la vecina Polonia. Fue reiterado claramente que Rusia condena el pacto Molotov-Ribbentrop como moralmente inaceptable, lamentadas las víctimas.

En los años treinta, cuando las potencias occidentales, y con ellas Polonia, ya han firmado sus propios pactos con el nazismo, apuntalando al agresor hacia el Este, la URSS actuaba en los términos habituales de la diplomacia de entonces. No es para justificar, sino para dejar claro que la realidad era muy compleja y es totalmente incorrecto cargar a los rusos con la responsabilidad del inicio de la guerra.

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Sus autores no mencionan las insistentes (y previas al pacto Molotov-Ribbentrop) propuestas de Moscú a los líderes occidentales de consolidar un frente común contra Hitler. La negativa creó un ambiente de recelo y desconfianza entre los aliados naturales, lo que desató las manos al agresor.

Uno de los objetivos del señor Putin era precisamente recordar a todos esta amarga y costosa lección. Así como lanzar un mensaje: que no debemos seguir a los que intentan reescribir la Historia, empujando a toda Europa en dirección a la vieja geopolítica de bloques, partos y reparticiones.

Pero lo que asombra más es la insólita manifestación de hostilidad hacia la Rusia actual que se desprende de los citados artículos. Cada línea de lo escrito respira el odio a mi país, que se presenta incompatible con las relaciones de amistad entre Rusia y España.

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