Columna

Un momento dulce

Por primera vez en mucho tiempo el Gobierno catalán atraviesa lo que puede calificarse como un buen momento. Vive una fase en la que alcanza grandes objetivos largamente perseguidos. A poco que preste atención, el ciudadano puede percibir que en Cataluña se han cortado en los últimos meses algunas cintas inaugurales de innegable trascendencia y eso ha coincidido, además, con éxitos políticos de relieve más que notable.

El resultado de conjunto es que el actual Gobierno de la Generalitat puede encarar el último año de la legislatura con una cierta tranquilidad de espíritu, que relativiza...

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Por primera vez en mucho tiempo el Gobierno catalán atraviesa lo que puede calificarse como un buen momento. Vive una fase en la que alcanza grandes objetivos largamente perseguidos. A poco que preste atención, el ciudadano puede percibir que en Cataluña se han cortado en los últimos meses algunas cintas inaugurales de innegable trascendencia y eso ha coincidido, además, con éxitos políticos de relieve más que notable.

El resultado de conjunto es que el actual Gobierno de la Generalitat puede encarar el último año de la legislatura con una cierta tranquilidad de espíritu, que relativiza y deja muy atrás las etapas de sobresaltos que han jalonado la existencia de la coalición de las izquierdas desde su nacimiento. No es sólo una cuestión de contraste entre el estilo y la personalidad de los presidentes Pasqual Maragall y José Montilla. Es también, sencillamente, que las grandes inversiones y los grandes proyectos tardan en madurar y ahora llega la hora de cosechar lo sembrado hace mucho tiempo.

El tripartito atraviesa un buen momento, en el que recoge frutos de grandes inversiones y logra éxitos políticos

La última cinta cortada correspondía a la planta desaladora de El Prat. Pero poco antes había entrado en funcionamiento la nueva terminal del aeropuerto de Barcelona, la T-1. Son dos grandes inversiones millonarias en las que el protagonismo principal ni siquiera corresponde a la Generalitat, pero que figuraban como prioritarias en su lista de grandes objetivos políticos, por los que ha batallado tenazmente. Su entrada en servicio casi ha coincidido en el tiempo con el acuerdo sobre el nuevo modelo de financiación autonómica y la firma del traspaso a la Generalitat de la gestión de la de Cercanías de Renfe en Barcelona. Otros dos grandes objetivos. En las semanas y meses anteriores ha habido otras inauguraciones importantes, como la del nuevo Hospital de Sant Pau, por ejemplo. Y se han logrado resultados positivos en ámbitos muy distintos, como la atribución a la factoría Seat de Martorell de un modelo de automóvil de avanzada tecnología.

Acontecimientos de distinta índole han contribuido igualmente a configurar este verano y la pasada primavera como un momento dulce para el tripartito. Por ejemplo, el informe que desaconsejó el trasvase del Ródano, una propuesta de CiU preconizada, de hecho, como alternativa a la política de aguas aplicada por el tripartito. El mismo efecto ha tenido la inclusión del corredor ferroviario del Mediterráneo como prioritario para la Unión Europea, cosa que algún día permitirá convertir en realidad el sueño catalán de tener una buena conexión ferroviaria del puerto de Barcelona con Francia y con Valencia.

El tripartito arrastra todavía algunos de los problemas que han complicado su existencia, ya en la pasada legislatura, como la definición final del IV Cinturón de Barcelona, por ejemplo. Le quedan algunos toros por lidiar, como el de la nueva conexión eléctrica de alta tensión con Francia, la MAT. Los éxitos que en estos meses cosecha se producen, además, sobre el fondo de una crisis cuyo final no se vislumbra. La tasa de paro sigue por las nubes, de modo que por bien que vayan ciertas cosas, el Gobierno no puede perder de vista que el clima social y económico general del país no permite ninguna euforia, ni mecerse en la autosatisfacción. Y no digamos ya la amenaza de un estío con incendios. Siguen activos, por lo demás, otros frentes en los que se libran batallas políticas todavía indecisas. Destaca, en particular, la eventualidad de que el Tribunal Constitucional adopte una decisión sobre el Estatuto que complique de nuevo un proceso que ha deparado ya muchas complicaciones.

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Al nuevo presidente de Esquerra Republicana, Joan Puigcercós, se le ha ocurrido que la obtención del principal éxito del tripartito en la legislatura, la reforma de la financiación autonómica, era un buen momento para lanzar a los cuatro vientos la petición al presidente Montilla para que se lance a un cambio de gobierno. Debe de considerar, como la oposición, que el actual es mejorable o está agotado. Esta intervención ha venido a recordar, por si alguien lo había olvidado, que los más eficaces adversarios del tripartito de las izquierdas catalanas están dentro de ellas mismas.

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