Cartas al director

Por el bien común

Desconozco las razones por las que una persona se dedica a la política. Si es por necesidad, apúrese en dejarlo, porque la política no es igual a cualquier otro trabajo, a no ser que esté dispuesto a volver a la arena del circo como gladiador. Si es por principios, apúrese en seguirlos contra viento y marea. Si es por enriquecerse aún más de lo que ya lo es, permítame que le llame sinvergüenza y que, además, no le vote.

La teoría política llegó a la conclusión, hace más de 2.000 años, de que su ejercicio ha de basarse, fundamentalmente, en la justicia, y como esto es muy proclive a terg...

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Desconozco las razones por las que una persona se dedica a la política. Si es por necesidad, apúrese en dejarlo, porque la política no es igual a cualquier otro trabajo, a no ser que esté dispuesto a volver a la arena del circo como gladiador. Si es por principios, apúrese en seguirlos contra viento y marea. Si es por enriquecerse aún más de lo que ya lo es, permítame que le llame sinvergüenza y que, además, no le vote.

La teoría política llegó a la conclusión, hace más de 2.000 años, de que su ejercicio ha de basarse, fundamentalmente, en la justicia, y como esto es muy proclive a tergiversaciones, concluyeron los escolásticos que en lugar de la justicia, el bien común.

Unos pensarán que lo importante son las pensiones, y como eso piensa el 60% de la población, van unos y basan su política en las pensiones. Otros piensan que lo realmente importante es mantener su lugar preeminente frente a los que cobran las pensiones, y, aunque no sean más que el 40%, basan su política en que ellos han de seguir "montándose encima del chiringuito", o sea, los de las pensiones.

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Y lo curioso es que, para muchos, esto de las pensiones es algo similar a la magia. ¡Resulta que nos dan dinero por arte de magia! Desconocen que quienes realmente las están pagando somos todos nosotros, los de las pensiones. Pero unos siguen obcecados en las pensiones y los otros -los del chiringuito- en seguir montándose a su antojo.

Mientras tanto, ¡vivan las pensiones, y cuantas más, mejor! Ése es, precisamente, el bien común de los escolásticos. Parece mentira que los que se creen dueños del chiringuito se llamen, de una forma o de otra, continuadores de esta escuela eclesiástica. Creo que ya sé quiénes son.

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