Análisis:EL ACENTO

Sevilla ya tiene metro

El metro de Sevilla es un exceso jovial. Excesivo resulta un proyecto de 34 años, que por fin ha tomado carne y raíl en 18 kilómetros de línea y 22 estaciones; excesiva resulta la alegría del presidente de Andalucía, ya nuevo vicepresidente del Gobierno, al dirigirse a los sevillanos; excesiva la desviación del presupuesto, que no llegaba a los 428 millones de euros y se ha puesto al fin en 600 millones. Así son las obras en España; no las hay sin sobrecostes, desviaciones, parches e incidentes. Por eso cuando se acaban causan gran alegría. Lo que importa es que Sevilla ya es una de las seis c...

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El metro de Sevilla es un exceso jovial. Excesivo resulta un proyecto de 34 años, que por fin ha tomado carne y raíl en 18 kilómetros de línea y 22 estaciones; excesiva resulta la alegría del presidente de Andalucía, ya nuevo vicepresidente del Gobierno, al dirigirse a los sevillanos; excesiva la desviación del presupuesto, que no llegaba a los 428 millones de euros y se ha puesto al fin en 600 millones. Así son las obras en España; no las hay sin sobrecostes, desviaciones, parches e incidentes. Por eso cuando se acaban causan gran alegría. Lo que importa es que Sevilla ya es una de las seis ciudades españolas que tiene Metro, un transporte que marca carácter cosmopolita y un cierto descaro propia de la ultramodernidad. Como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao y Palma de Mallorca. En Palma, donde se inundó y cerró sólo abrir sus puertas, le llaman El Litro.

Dos observaciones se imponen en el caso del metro sevillano. La primera es funcionarial y transferible: el transporte metropolitano es una costura esencial en las infraestructuras públicas de las ciudades, agobiadas por el crecimiento de población y la multiplicación de los servicios. Los transportes de superficie se atascan en un suspiro, manchan el aire y suben la tensión. El metro es más rápido, más fiable y contamina menos. Mucho menos. Además, no suele atascarse, salvo que, como en el caso de Madrid, se empecinen sus responsables políticos -con la Comunidad Autónoma

a la cabeza- en ahorrar a costa de la calidad del servicio. Sepan los gestores del metro hispalense que si quieren que sea útil, deben invertir continuamente no sólo en extender las líneas, sino en acrecentar la comodidad de los clientes.

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La segunda observación es la expectativa de recochineo que promete generar el nuevo servicio urbano. Si con la Expo de 1992 el humor de los sevillanos convirtió el edificio inteligente construido para la ocasión en El Listillo, ahora se espera con más razón una burla indolora similar. Al menos, a la altura de la broma mallorquina o al chiste bilbaíno de que lo mejor del metro de Bilbao son las vistas. Quedamos a la espera.

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