Análisis:EL ACENTO

Nunca caminarás solo, Homer

Con siniestra oportunidad, Matt Groening y los guionistas de Los Simpson han introducido abruptamente la catástrofe de las hipotecas basura en el último episodio de la serie y le han quitado la casa al gran Homer. Nada que no haya sucedido a otras nuevas familias estadounidenses, esta vez reales. Los ejecutivos de la banca y de las casas de préstamos, ávidos de ampliar sus cuotas de mercado y aumentar sus bonus hinchando el volumen de activos hipotecarios sin ton ni son, fabricaron una figura demoniaca que se conoce como home equity.

Semejante endriago financiero pe...

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Con siniestra oportunidad, Matt Groening y los guionistas de Los Simpson han introducido abruptamente la catástrofe de las hipotecas basura en el último episodio de la serie y le han quitado la casa al gran Homer. Nada que no haya sucedido a otras nuevas familias estadounidenses, esta vez reales. Los ejecutivos de la banca y de las casas de préstamos, ávidos de ampliar sus cuotas de mercado y aumentar sus bonus hinchando el volumen de activos hipotecarios sin ton ni son, fabricaron una figura demoniaca que se conoce como home equity.

Semejante endriago financiero permite al deudor de una hipoteca pedir un préstamo igual a la cantidad que haya devuelto del crédito hipotecario. Encantados con la certeza de que habían creado un instrumento para ampliar sus activos hasta el infinito, las entidades financieras se dedicaron a conceder hipotecas y home equity sin límite ni criterio. Engañaron a infelices como Homer, porque no advirtieron que el coste del home triplicaba los intereses de la hipoteca inicial; y, más despreocupados que el propio Homer, se olvidaron de la calidad de los activos que captaban.

No resulta difícil timar a Homer Simpson. Es pueril y despreocupado, atrabiliario e ignorante, obseso de la cerveza y de las grasas animales, padre despistado e hijo olvidadizo. "Cerebro, yo no te gusto a ti y tú no me gustas a mí", se autointerpela en una ocasión. Bart Simpson lo define con displicente precisión cuando explica a su amigo Milhouse por qué un chimpancé radiactivo ha invadido el hogar familiar: "Mi padre no tuvo la culpa; el mono le engañó".

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Como diría Jessica Rabbitt, Homer no es malo; es que le dibujaron así. Los banqueros y prestamistas que, igual que el mono radiactivo, se han apropiado de su casa y de otros nueve millones de hogares, son tan negligentes e infantiles como Homer; pero obraron con una malicia que aterraría al propio Monty Burns. No tienen excusa; nadie los dibujó. Por fortuna, el gran Homer se ha salvado gracias a un lease back; su vecino meapilas Ned Flanders ha comprado la casa al banco y se la ha alquilado a los Simpson. Nunca caminarás solo, Homer. Esos pretenciosos de Wall Street no podrán contigo.

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