OPINIÓN

Sospecha confirmada

El cerrojazo dado a la comisión de la Asamblea de Madrid sobre espionaje político en la región eleva a la enésima potencia las justificadas sospechas sobre la responsabilidad de la Consejería de Presidencia, Justicia e Interior -desempeñada por Francisco Granados- en los seguimientos al ex consejero Prada y al vicealcalde Manuel Cobo, discrepantes de los proyectos de la presidenta Esperanza Aguirre para sustituir a Rajoy como cabeza de lista del PP en las próximas legislativas.

Las resistencias del PP regional a emprender esa investigación parlamentaria sólo fueron vencidas por el anunc...

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El cerrojazo dado a la comisión de la Asamblea de Madrid sobre espionaje político en la región eleva a la enésima potencia las justificadas sospechas sobre la responsabilidad de la Consejería de Presidencia, Justicia e Interior -desempeñada por Francisco Granados- en los seguimientos al ex consejero Prada y al vicealcalde Manuel Cobo, discrepantes de los proyectos de la presidenta Esperanza Aguirre para sustituir a Rajoy como cabeza de lista del PP en las próximas legislativas.

Las resistencias del PP regional a emprender esa investigación parlamentaria sólo fueron vencidas por el anuncio de la apertura de una encuesta interna por la secretaria nacional Dolores Cospedal. Pero la comisión no se puso en marcha hasta después de las autonómicas del 1-M y celebró únicamente cuatro sesiones de tapadillo antes de ser condenada esta semana a una muerte dulce por la mayoría popular.

El cerrojazo del PP a la comisión parlamentaria sobre espionaje político se vuelve contra la presidenta Aguirre

El PP impuso como presidente al diputado Benjamín Martín Vasco, obligado poco después a dimitir por su implicación (como receptor de 437.000 euros llovidos del cielo) en el caso Correa, un sumario por corrupción que ha forzado también la renuncia de los alcaldes de Boadilla, Arganda y Pozuelo. El acierto en la elección de personas por encima de toda sospecha para presidir las comisiones de investigación no es precisamente una virtud del PP madrileño: la encuesta del verano de 2003 -saboteada desde dentro- acerca de la deserción de la famosa pareja de diputados socialistas que arrebató la presidencia de la Comunidad al PSOE fue presidida con notable descaro y cerrado sectarismo por el propio Francisco Granados.

La comisión parlamentaria aherrojada por el PP pasó rápidamente de la más descarada ineficacia al más espantoso ridículo: el director general de Seguridad de la Comunidad llegó a denominar "panfletos" a los partes de seguimiento rellenados por su departamento. La cizalla ha sido manejada de forma implacable por la mayoría popular para asfixiar a los comisionados de la minoría, negarles la documentación solicitada y rechazar la comparecencia de las personas espiadas. La sobreexposición televisiva, radiofónica y periodística de Esperanza Aguirre, conseguida gracias a su infatigable búsqueda de cualquier pretexto inaugural, verbenero, conmemorativo, cultural, deportivo o circense (incluida la opereta cómica de su regreso triunfal como heroína de Bombay), había condenado a un cierto anonimato a los consejeros, parlamentarios y alcaldes del PP que realizan el trabajo sucio para su risueña, castiza y tarabilla presidenta. Pero el caso Correa y el espionaje político han extraído de los bajos fondos de la política municipal, regional y espesa a un elenco de inquietantes personajes secundarios que someten a una dura prueba de credibilidad la charlatanería ultraliberal, las hipócritas reverencias al imperio de la ley y los modales cortesanos de la aspirante a disputar a Mariano Rajoy la presidencia del partido en el próximo congreso del PP. -

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