Cartas al director

La herencia de Bush

La doctrina de la Administración de Bush, según la cual el Derecho Internacional Humanitario es un lujo que no nos podemos permitir en la "guerra contra el terror", ha calado en Occidente, gracias a la pasividad, cuando no la colaboración, de varios Gobiernos de la Unión Europea -véanse los vuelos de la CIA-, hasta tal punto que nos hemos olvidado que tenemos un instrumento para calificar un conflicto como el de Gaza, más allá de las comparaciones desafortunadas y apreciaciones subjetivas al uso: los Convenios de Ginebra.

El bombardeo de la Agencia de la ONU para los Refugiados, igual q...

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La doctrina de la Administración de Bush, según la cual el Derecho Internacional Humanitario es un lujo que no nos podemos permitir en la "guerra contra el terror", ha calado en Occidente, gracias a la pasividad, cuando no la colaboración, de varios Gobiernos de la Unión Europea -véanse los vuelos de la CIA-, hasta tal punto que nos hemos olvidado que tenemos un instrumento para calificar un conflicto como el de Gaza, más allá de las comparaciones desafortunadas y apreciaciones subjetivas al uso: los Convenios de Ginebra.

El bombardeo de la Agencia de la ONU para los Refugiados, igual que el uso de proyectiles de fósforo, el bombardeo a hospitales y escuelas, la muerte de empleados de la ONU, los ataques contra instalaciones de la Media Luna Roja y agencias de prensa, o la propia matanza de civiles, son, a nuestro entender, flagrantes violaciones del Derecho Internacional. Es decir, crímenes de guerra.

Los países signatarios de los Convenios de Ginebra tienen la obligación de "respetar y hacer respetar" el Derecho Internacional Humanitario (artículo 1 común de los Convenios de Ginebra de 1949), pero, al parecer, ningún político europeo -por no hablar de los estadounidenses- se ha atrevido a recordar a las autoridades israelíes que están violando la ley. Y mucho menos, que por tanto, pueden ser, y serán, perseguidos, juzgados y, si procede, condenados. La alternativa del Estado de derecho es la barbarie. Que es, precisamente, la herencia de ocho años de la Administración de Bush y del cinismo y cobardía de la mayoría de los líderes occidentales.

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