Columna

Vitoria ya tiene tranvía

Hace de esto bastantes años, la corporación municipal vitoriana no quiso el tranvía que el entonces consejero de Transportes, José Antonio Maturana le había preparado, lo que le vino a Bilbao como un imprevisto regalo caído, si no del cielo, sí de Vitoria. Pero, finalmente, la capital alavesa ya lo tiene. Y si en los noventa el alcalde Cuerda no lo quiso, el actual, al inaugurarlo, pidió otros dos ramales.

Está visto que todos queremos más, que nunca se queda bien, y menos en estas cosas donde se incrusta la política. Porque es por razones políticas, y no tanto de buena gestión, que los...

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Hace de esto bastantes años, la corporación municipal vitoriana no quiso el tranvía que el entonces consejero de Transportes, José Antonio Maturana le había preparado, lo que le vino a Bilbao como un imprevisto regalo caído, si no del cielo, sí de Vitoria. Pero, finalmente, la capital alavesa ya lo tiene. Y si en los noventa el alcalde Cuerda no lo quiso, el actual, al inaugurarlo, pidió otros dos ramales.

Está visto que todos queremos más, que nunca se queda bien, y menos en estas cosas donde se incrusta la política. Porque es por razones políticas, y no tanto de buena gestión, que los tranvías tengan que pasar por el centro de las ciudades, molestando y hasta colapsando el tráfico. La razón estriba en que los políticos, que tras inaugurarlo nunca lo van a usar, lo que quieren es mostrarlo al mundo. La extraña vuelta que hace el de Bilbao para que se le vea en la plaza Circular, contradiciendo un trazado bastante sensato junto a la Ría, es la prueba palpable que lo que se quiere es enseñar el tranvía. En Vitoria lo hacen pasar por su centro, pero no se tardará mucho en que se piense sacarlo de la calle General Álava, porque esta vía, de traza no muy agraciada, ocupada ahora por el tranvía cobra una imagen tan rematadamente moscovita que deprime. Esperas que aparezca el doctor Zhivago siguiendo en su agonía a Lara.

Si no hubiera las bombas de verdad, calificaría de bombazo hacer coincidir las elecciones con Galicia

El año también acabó con ETA haciéndose notar con el coche bomba contra la sede de EITB. Que el coche estuviera mucho tiempo mal aparcado sobre la acera delante de edificio tan sensible nos da una idea sobre en qué manos está nuestra seguridad. Pero la conclusión más clara que debiéramos sacar es que la organización terrorista no piensa cejar en el uso de la violencia, porque si alguien está prisionera de ella -también lo está la sociedad vasca en general, hasta buenos y biempensantes ciudadanos- es la propia ETA, que responde también así al colectivo de personas que realizaron en Francia un homenaje a los presos disidentes que piensan que hay que abandonar la violencia. Proponen nada menos que abandonar el núcleo, el eje, el mito, la razón de ser, el todo, de ETA. Sin violencia, ETA no es nada, y, probablemente, tampoco el concepto que plantea de Euskal Herria.

Si no existieran bombas de verdad, calificaría de bombazo la decisión de Ibarretxe de adelantar las elecciones, haciéndolas coincidir con las gallegas. Mucho se habló que las adelantaría si su plan soberanista era rechazado, y que las iba a convocar el pasado otoño, pero los líderes de talla menor nunca dejarán de sorprendernos con sus decisiones.

Los sesudos comentaristas dan todo tipo de razones: que si miedo al PSE, al efecto de arrastre que pudiera tener en Euskadi un buen resultado socialista en Galicia, al deterioro de su imagen ante la crisis que ya ha llegado a los trabajadores vascos, etc. Pero lo que la gente no quiere ver como causa es lo más obvio, que el PNV arrastra una crisis interna de mucho cuidado, cuya solución, por falta de adopción de otros mecanismos que les pudiera llevar a la tan temida escisión, la dejaron en manos de las elecciones. Si Ibarretxe pierde, se va, pero no hay ruptura; es lo que creen.

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Y hay que adelantarlas porque ya está bien de aguantar salidas de líderes como la de Imaz, fracasos de soberanos planes, darle el apoyo al PSOE en los Presupuestos Generales, aguantar la rojigualda en el Parlamento vasco, y, sobre todo, tener que soportar el apoyo del PSE a sus propios presupuestos. Cuanto antes, mejor, porque el almacenamiento de tanta contradicción bajo un silencio monacal es ya difícil. Así que ya tenemos elecciones y Vitoria tranvía.

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