Crítica:

Gloria para adolescentes

Con los tiempos que corren para el cine juvenil, dominados por la banalidad consumista, la parafernalia rosa, el falso oscurantismo nigromante y la absurda aceleración sintética, el estreno de una película como City of Ember supone un motivo para la celebración. Una historia que busca el divertimento a través de una fantasía futurista de corte distópico, ambientada en una sociedad totalitaria (a la manera de 1984), donde desde la adolescencia cada ser tiene un papel asignado profesionalmente con el que debe sentirse contento por su aportación a la comunidad. Una posapocalíptica c...

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Con los tiempos que corren para el cine juvenil, dominados por la banalidad consumista, la parafernalia rosa, el falso oscurantismo nigromante y la absurda aceleración sintética, el estreno de una película como City of Ember supone un motivo para la celebración. Una historia que busca el divertimento a través de una fantasía futurista de corte distópico, ambientada en una sociedad totalitaria (a la manera de 1984), donde desde la adolescencia cada ser tiene un papel asignado profesionalmente con el que debe sentirse contento por su aportación a la comunidad. Una posapocalíptica ciudad subterránea (como la de Metrópolis), dominada por la corrupción, la penuria económica y la sempiterna aportación de la religión, de ínfima base teológica y máxima altisonancia populista, como bálsamo para mentes en peligro de extinción. Todo esto y mucho más, refleja la saga literaria Los libros de Ember, cuatro volúmenes escritos por Jeanne Duprau en la presente década, en la que el cine ha puesto sus ojos comerciales y, por una vez, artísticos.

CITY OF EMBER

Dirección: Gil Kenan.

Intérpretes: Tim Robbins, Bill Murray, Saoirse Ronan, Harry Treadaway.

Género: fantasía futurista. Estados Unidos, 2008.

Duración: 95 minutos.

El director británico Gil Kenan, que ya había demostrado con la estimable Monster house (2006) que a los críos se les puede tratar como a seres pensantes, ha trasladado City of Ember (el primero de los libros) como si estuviese retratando una sociedad dickensiana con la fórmula de Roald Dahl. Y, eso sí, sin perder de vista que estamos ante una película de aventuras. El resultado es una gloria para cerebros que huyan de la tendencia a la calcificación.

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