Reportaje:

Un piso para Carmen

Más de 6.000 gaditanos participan en el sorteo de 36 viviendas protegidas

A las ocho de la mañana, Juana Álvarez ya está en la puerta del Palacio de Congresos de Cádiz. Dos horas más tarde, otras 2.000 personas se alinean detrás de ella. No hay premio para los primeros, ni regalos, ni aspiran a llevarse nada gratis: sólo aspiran a hipotecarse.

El Ayuntamiento de Cádiz sorteó ayer 36 viviendas protegidas de una promoción en la calle García de Sola que comenzará a construirse en 2009. Pisos que aún no existen, que tendrán como máximo 67 metros cuadrados, pero para los que se presentaron más de 6.000 solicitudes. Juana explica la razón: el más caro apenas sobrep...

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A las ocho de la mañana, Juana Álvarez ya está en la puerta del Palacio de Congresos de Cádiz. Dos horas más tarde, otras 2.000 personas se alinean detrás de ella. No hay premio para los primeros, ni regalos, ni aspiran a llevarse nada gratis: sólo aspiran a hipotecarse.

El Ayuntamiento de Cádiz sorteó ayer 36 viviendas protegidas de una promoción en la calle García de Sola que comenzará a construirse en 2009. Pisos que aún no existen, que tendrán como máximo 67 metros cuadrados, pero para los que se presentaron más de 6.000 solicitudes. Juana explica la razón: el más caro apenas sobrepasa los 93.000 euros. Un precio razonable para que su hijo consiga independizarse: "A ver si se puede casar y vivir con su novia, que ahora no tienen casa". Concluido el sorteo, regresa a su casa igual que vino: tendrá que decirle a su hijo que espere para la boda. Le podrá contar, eso sí, que estuvo cerca. El bombo arrojó el número 130; ella tenía el 131.

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Como Juana, la mayoría de las 1.300 personas que asistieron al sorteo -y otros centenares que se quedaron fuera por falta de aforo- tuvieron que conformarse con un "otra vez será". Carmen Paiva no. Ella se lleva la promesa de una vivienda en propiedad bajo el brazo. Se la lleva a su piso de alquiler de un dormitorio en el que vive con su marido, sus hijos, de 17 y 21 años, y su nieta de tres. Un cambio tan radical, tanta suerte, decía, que al principio no sabía si creerse que la bola que había salido del bombo era la 760, la suya: "¿Y si no es? ¡Desde aquí no se escuchan los nombres!", se lamentaba. Cuando le confirmaron el número, el grito de Carmen sólo pudo ser ahogado por el aplauso de quienes la rodeaban en el patio, entre alegres y envidiosos, y por sus lágrimas, que apenas le dejaban hablar: "Por fin, por fin. La Navidad la tengo hecha".

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