Análisis:Primer plano

Vamos a necesitar un barco más grande

Barack Obama tiene por delante lo que seguramente es uno de los retos de liderazgo más difíciles a los que se ha enfrentado jamás un presidente electo. Estamos en mitad de una terrible crisis económica, la Administración actual ha perdido toda su credibilidad, la Cámara de Representantes está llena de neandertales que arrastran sus nudillos al caminar y la opinión pública se ve zarandeada por los fundamentalistas del libre mercado que predican las bondades de permitir que el mercado se haga pedazos sin más y los izquierdistas que creen que podemos castigar a Wall Street mientras protegemos a l...

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Barack Obama tiene por delante lo que seguramente es uno de los retos de liderazgo más difíciles a los que se ha enfrentado jamás un presidente electo. Estamos en mitad de una terrible crisis económica, la Administración actual ha perdido toda su credibilidad, la Cámara de Representantes está llena de neandertales que arrastran sus nudillos al caminar y la opinión pública se ve zarandeada por los fundamentalistas del libre mercado que predican las bondades de permitir que el mercado se haga pedazos sin más y los izquierdistas que creen que podemos castigar a Wall Street mientras protegemos a los ciudadanos de a pie. Da la sensación de ser un caos del que nadie se hace cargo.

Ahora es cuando necesitamos un presidente que tenga la capacidad, la amplitud de miras y la valentía necesarias para acabar con esta cacofonía, hacer que nos unamos como nación e inspirarnos y darnos los medios para hacer la única cosa que podemos y debemos hacer ahora mismo: ir de compras. Obama no puede esperar hasta el 20 de enero para intervenir. Si no estimulamos la economía mundial con la suficiente rapidez y la suficiente intensidad, algunas de las galas inaugurales de Obama podrían tener lugar en comedores de beneficencia.

Barack Obama no puede esperar hasta el 20 de enero para intervenir en la economía
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El presidente Bush acertó cuando, después del 11-S, dijo que saliésemos de compras. Entonces necesitábamos estimular la economía. El problema es que los asesores económicos de Bush nunca apagaron la luz verde y le dijeron a la gente que "empezara a ahorrar". Así que, con unos créditos fáciles que parecían estar eternamente a su disposición, los consumidores estadounidenses no ahorraron nada e hicieron subir los precios de la vivienda hasta batir todos los récords. Los minoristas ampliaron las tiendas y China amplió sus fábricas para adaptarse a toda esa demanda. Era una fiesta por todo lo alto. En Estados Unidos había bancos que concedían préstamos hipotecarios a gente cuya única cualificación "era que podían empañar un cuchillo con su vaho", según me dijo un agente de hipotecas.

Pero cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad, suele serlo. Cuando esas hipotecas temerarias terminaron por reventar, se originó una crisis financiera. Los bancos dejaron de conceder préstamos y eso pronto se trocó en una crisis de capital, cuando los inversores preocupados empezaron a liquidar sus carteras de acciones. La crisis de capital hizo que la gente se sintiese pobre, y esa sensación se propagó en forma de crisis del consumo, que es la razón por la que las compras de coches, electrodomésticos, aparatos electrónicos, casas y ropa acaban de caer por un precipicio. Esto ha ocasionado más quiebras de empresas, ha agravado la crisis financiera y ha degenerado en una crisis del empleo.

Los Gobiernos están teniendo dificultades para atajar esta espiral descendente deflacionaria, tal vez porque esta crisis financiera combina cuatro sustancias químicas que nunca habíamos visto mezcladas hasta este punto y no alcanzamos a comprender del todo lo dañinos que han sido, y puede que sigan siendo, sus efectos recíprocos.

Esas sustancias químicas son: 1) el apalancamiento generalizado, de todos, desde los consumidores que compraron casas por nada hasta los fondos de cobertura que apostaban 24 euros por cada 80 céntimos que tenían en metálico; 2) una economía mundial que está muchísimo más interconectada de lo que la gente pensaba, como ilustran los departamentos de la policía británica, que actualmente están paralizados financieramente porque, para conseguir una rentabilidad un poco más alta, metieron sus ahorros en bancos de Internet islandeses que han quebrado; 3) unos instrumentos financieros interconectados a escala mundial que son tan complejos que la mayoría de los consejeros delegados que los manejan no comprendían ni comprenden cómo funcionan, especialmente los aspectos negativos; 4) una crisis financiera que se inició en Estados Unidos con nuestras hipotecas tóxicas. Cuando una crisis empieza en México o Tailandia, podemos protegernos; cuando empieza en Estados Unidos, nadie puede hacerlo. -

© 2008 New York Times News Service. Traducción de News Clips.

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