Un paciente muere carbonizado en el área psiquiátrica del Virgen del Rocío

El fallecido ingresó seis horas antes con una crisis y había sido sedado

Miguel Ángel Pérez, sevillano de 35 años, padecía esquizofrenia desde los 16. El miércoles ingresó en el área psiquiátrica del hospital Virgen del Rocío porque, según su padre, estaba muy nervioso. Eran las once de la noche. Al llegar al centro, entre varios celadores y enfermeros no pudieron reducirle. Tras el forcejeo, los enfermeros le medicaron y lo dejaron acostado. Unas horas después, a las 6.30, su cama salía ardiendo. Una llamada de teléfono despertó a Arcadio Pérez, su padre, a las 9.00 de la mañana. Le comunicaban la defunción de su hijo. Había muerto carbonizado.

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Miguel Ángel Pérez, sevillano de 35 años, padecía esquizofrenia desde los 16. El miércoles ingresó en el área psiquiátrica del hospital Virgen del Rocío porque, según su padre, estaba muy nervioso. Eran las once de la noche. Al llegar al centro, entre varios celadores y enfermeros no pudieron reducirle. Tras el forcejeo, los enfermeros le medicaron y lo dejaron acostado. Unas horas después, a las 6.30, su cama salía ardiendo. Una llamada de teléfono despertó a Arcadio Pérez, su padre, a las 9.00 de la mañana. Le comunicaban la defunción de su hijo. Había muerto carbonizado.

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El director del hospital, Joseba Barroeta, declaró tras el suceso que los pacientes con problemas psiquiátricos siempre suponen "un alto riesgo" a pesar de las medidas de seguridad del centro. Sin embargo, el padre de Miguel Ángel, desde el Instituto Anatómico Forense, no podía menos que preguntarse algo: "¿Es que no le quitaron el mechero que llevaba? ¿Qué ha pasado? ¿Quién va a ayudarme?".

Cuando le comunicaron que la autopsia había concluido, el padre recordó como era Miguel Ángel: "Había estudiado informática. Era muy inteligente. Aunque somos una familia muy humilde, estudió en el colegio y sacaba muy buenas notas", añadió. El progenitor trabajó "toda la vida" de mecánico y ya está jubilado. Insiste en que su hijo llevaba una vida completamente normal hasta que, por sorpresa, llegó el primer brote. "Recuerdo que se estaba celebrando la Expo de 1992, empezó a comportarse raro y desde entonces he vivido luchando". Y culpa a las drogas. "El consumo enorme de hachís le puso así".

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Una mujer acompañaba a Arcadio en el forense. Era su pareja desde hace 25 años. Su primera esposa, madre de Miguel Ángel, había fallecido. "Y yo me hice cargo de los tres niños", explicó la mujer. Después tuvieron otra hija. "A ella la estamos esperando ahora", aseguraron. "Para irnos de aquí". Y señaló con desdén el edificio del forense.

Arcadio dijo que iba a ponerse en contacto con un abogado porque necesitaba saber cómo acabó muriendo su hijo, cuando él lo había llevado allí para que se curara. "Quiero que aclaren qué ha pasado con mi hijo", dijo indignado. Miguel Ángel había estado ingresado en el centro otras tres veces. "Siempre que sospechaba que lo íbamos a llevar allí, se ponía peor", confesaba el padre. "Aquello no es el paraíso, ¿sabes?".

Los testigos describieron a Miguel Ángel como un hombre corpulento. Su padre confirmó su 1,90 de estatura y sus 120 kilos. Desde el área psiquiátrica, un médico que no se identificó mencionó la fortaleza de la víctima como uno de los motivos por el que fue difícil reducirlo: "Era muy grande. Consiguieron tranquilizarle pero no creo que a nadie se le ocurriera, en esos momentos, meterle la mano en el bolsillo por si llevaba un mechero". Miguel Ángel había estado fumando sin parar y, según el padre, podría tener un mechero en el chándal que llevaba cuando lo ingresaron. Sin embargo, la policía científica aseguró ayer que no se ha encontrado en la habitación ni un mechero ni ningún otro elemento que pudiera ocasionar el incendio.

El padre de la víctima intentaba ayer contenerse pero no podía: "Lo que no es normal es cómo viven las personas con problemas mentales, como mi hijo. Llevo muchos años bregando con el problema... Yo no tengo medios ni capacitación para tratarle... y lo llevo al hospital, y mira lo que pasa".

Chari, ingresada en la misma área del hospital por depresión aguda, vio llegar al paciente. "Ni entre cinco podían con él", dijo. Y también elaboró una hipótesis: "Quizás pensaron que la inyección duraba más. Se despertaría y, queriendo o sin querer, prendió fuego al colchón". La interna, que viste el pijama azul de paciente, ha conseguido salir del área para fumarse un cigarro. "Dentro está terminantemente prohibido", afirmó. El director del hospital lo confirmó. Aunque algunos centros lo permiten en el caso de las personas con trastornos mentales -porque puede ayudar a la relajación-: "En este hospital, prima la seguridad al tratamiento", sentenció ayer un portavoz del Virgen del Rocío.

Los 29 pacientes desalojados ayer fueron reubicados en otras unidades del edificio y los más graves trasladados a los hospitales de Valme, Macarena y Osuna. Las investigaciones policiales y los resultados de la autopsia esclarecerán cómo se produjo el incendio. Y responderán a la pregunta que se formulaban todos ayer: ¿Cómo un interno pudo entrar en un hospital y salir carbonizado?

JAVIER BARBANCHO

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