Análisis:ENTRE PASILLOS | 11 Congreso del PSPV-PSOE

Las esencias como última trinchera

Las comisiones pasaron como una estampida de ñus sobre la ponencia marco de Ángel Luna. Con la cara partida deploraba el desdén del macizo hacia los resultados de las encuestas del CIS. Es decir, el aferramiento a los esencialismos y, por consiguiente, el distanciamiento de la realidad. ¿Son las esencias las que desalojaron al PSPV del poder? ¿Las que lo han mantenido en la oposición y en el infinitesimalismo orgánico todos estos años? Es probable que hayan tenido alguna incidencia, pero no determinante. De lo contrario, el partido sería extraparlamentario. Ahora bien, es difícil que su exalta...

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Las comisiones pasaron como una estampida de ñus sobre la ponencia marco de Ángel Luna. Con la cara partida deploraba el desdén del macizo hacia los resultados de las encuestas del CIS. Es decir, el aferramiento a los esencialismos y, por consiguiente, el distanciamiento de la realidad. ¿Son las esencias las que desalojaron al PSPV del poder? ¿Las que lo han mantenido en la oposición y en el infinitesimalismo orgánico todos estos años? Es probable que hayan tenido alguna incidencia, pero no determinante. De lo contrario, el partido sería extraparlamentario. Ahora bien, es difícil que su exaltación aporte más votos.

La ponencia ha sido víctima de su propia caricatura. De "la incongruencia" de mantener la denominación País Valenciano en las siglas del partido frente a la realidad de Comunidad Valenciana y del desplazamiento ideológico al centro, que es donde está el más suculento caladero electoral. Su propósito era mantener los valores de la izquierda y suavizar el tufo nacionalista para aproximar el producto a la nueva ergonomía electoral. Sin embargo, nadie hizo esa pedagogía en el partido más allá de promulgarla en la ponencia, que era tanto como no creer en los cambios que se proponían.

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Esa irresponsabilidad, unida a la desesperación de Ximo Puig (y Francesc Romeu, esa extraña pareja), propició que las esencias se convirtieran en la última farmacia de guardia de quienes trataban de evitar la victoria de Jorge Alarte. Puig se atrincheró en el nominalismo y en la pureza de la ideología (lo cual era una novedad en su trayectoria). En su discurso descendió a la intimidad de la fibra, que era lo fácil dado su auditorio, incluso se permitió citar a Raimon ("Qui perd els origens perd la identidad") cuando él ha estado tratando de camuflar con ahínco de dónde venía.

El gabinete de Puig torpedeó el discurso de Alarte (de tono depre aunque con navajaditas, obámico de baja intensidad), enviando SMS a todos los delegados, y luego el alcalde de Morella y Romeu quemaron toda la pólvora con gran control de la coreografía y una carga de profundidad a las emociones colectivas al grito de "País Valencià!" y "Sempre d'esquerres!". Iconos de gran trascendencia en el vestíbulo del Palacio de Congresos, pero gratuitos más allá de su umbral. Es probable que, como siempre, lo importante fuera ganar allí y no afuera, pero la mayoría dio ayer el primer paso para conquistar la intemperie. ¿Le dejarán a Alarte sus hipotecas?

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