Los efectos de la tromba de granizo

La alerta del granizo no llegó

Nubes a 13 kilómetros de altura y un desfase térmico crearon la tempestad

¿Qué ocurrió en la madrugada de ayer, cuando el cielo escupía piedras? ¿Por qué no se avisó?

A la primera pregunta responde José Albaladejo, jefe del grupo de Prevención y Vigilancia de la estación de Retiro, dependiente de la Agencia Estatal de Meteorología. "En realidad", explica, "fueron dos tormentas, que descargaron lluvia y granizo en dirección suroeste-noreste sobre la ciudad y la región de Madrid entre la una y las tres de la madrugada, a lo largo de una extensión de entre cuatro y 20 kilómetros". Surgieron "por el desequilibrio térmico entre las nubes procedentes de una vaguada...

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¿Qué ocurrió en la madrugada de ayer, cuando el cielo escupía piedras? ¿Por qué no se avisó?

A la primera pregunta responde José Albaladejo, jefe del grupo de Prevención y Vigilancia de la estación de Retiro, dependiente de la Agencia Estatal de Meteorología. "En realidad", explica, "fueron dos tormentas, que descargaron lluvia y granizo en dirección suroeste-noreste sobre la ciudad y la región de Madrid entre la una y las tres de la madrugada, a lo largo de una extensión de entre cuatro y 20 kilómetros". Surgieron "por el desequilibrio térmico entre las nubes procedentes de una vaguada de aire frío atlántico, situadas hasta a 13 kilómetros de altura, y la temperatura del suelo en Madrid, estimada entonces en unos 28 grados centígrados. Tal desequilibrio causó las precipitaciones, con la cristalización del agua en granizo, de una intensidad inusitada en Madrid y su región". También cayeron hasta 300 rayos a la tierra.

Meteorología: "Son lluvias propias del trópico e insólitas de madrugada"
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Estas precipitaciones se hallan en el umbral de las lluvias torrenciales. "Son más propias de latitudes tropicales y, de madrugada, resultan insólitas", añade Albadalejo. "El 19 de octubre de 2003 una granizada en Madrid registró 32,1 litros por metro cuadrado, pero ésta la ha superado", dice. "Las precipitaciones recogidas en esta ocasión constituyen una efemérides, es decir, un hito meteorológico", explica, "con tres centímetros de diámetro de las bolas de granizo". Tal es el tamaño que la norma establece para declarar la alerta naranja, no declarada.

¿Por qué no se avisó a las autoridades? Cuando la intensidad y cantidad de precipitaciones se agravan, un sistema de alerta avisa al Ayuntamiento de los riesgos que se avecinan. En esta ocasión, pese a alcanzar el nivel naranja, por superarse con 34-56 litros por metro cuadrado y bolas de granizo de un diámetro de tres centímetros, no se alertó y se mantuvo en el nivel inferior, de color amarillo, hasta 30 litros, que no requiere de aviso.

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A mediodía de ayer Albaladejo aseguraba que las cifras de precipitaciones registradas superaron el umbral de 30 litros a la hora (y hasta 60 en Navacerrada). Sin embargo, por la tarde, un portavoz de la Agencia Estatal señaló que la primera tormenta arrojó 22 litros por metro cuadrado y hora y la segunda, 12 litros. "En ningún caso se superó el umbral de 30 litros en una hora, que es lo que habría justificado el paso a situación naranja", alegó.

De cualquier forma, el pronóstico de la agencia para el martes hablaba de "nubosidad de evolución diurna, con chubascos y tormentas dispersas localmente moderadas, que pueden ser puntualmente fuertes, más probables en la sierra". Las previsiones para el miércoles tampoco citaban ninguna alerta.

La tromba sorprendió a los propios meteorólogos. Dieciocho personas componen el equipo que detecta las tormentas en Madrid. Un edificio las alberga, en pleno parque del Retiro. Forman el Grupo de Predicción y Vigilancia de la Delegación de la Agencia Estatal de Meteorología, dependiente del Ministerio de Medio Ambiente. Una red verdosa, jalonada por tubos de aluminio, que lo circunda, parece alojar un edificio bombardeado. "Lleva en obras tres años", dice un funcionario, "y un año y medio interrumpidas, porque la constructora que lo remozaba quebró". La delegación madrileña resultó inundada. Sus sótanos recibieron hasta cinco centímetros de agua en algunos rincones.

Funcionarios tocados de cascos blancos trasladaban a mediodía documentos empaquetados en cajas de cartón empapadas. Sobre el jardín se encuentra el dispositivo que marca gran parte de la actividad. Se trata de un pluviómetro, recipiente que recoge la cantidad de agua, granizo o nieve. Consta de un vaso cilíndrico cuyo borde cortante, un aro de latón, asegura una superficie de recogida con una sección de 200 centímetros cuadrados; un embudo, pensado para que las gotas adentradas no vuelvan a salir, conduce las precipitaciones a un colector de boca estrecha. Así se conserva protegido contra la evaporación.

En la noche del martes y la madrugada del miércoles el pluviómetro registró que cada metro cuadrado de superficie recibió entre 34 y 56 litros de precipitación, según Albaladejo. Otro pluviómetro, en Navacerrada, midió hasta 60 litros, mientras los de Barajas y Cuatro Vientos registraban valores comprendidos entre 27 y 54 litros, menores en Ciudad Universitaria.

El granizo rompió las lunas y abolló los capós de numerosos automóviles.ÁLVARO GARCÍA

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