Reportaje:A TRAVÉS DEL PAISAJE | agenda

Comienza la guerra púnica

No sabemos si entraba en los planes de Aníbal provocar la Segunda Guerra Púnica cuando se empeñó en conquistar Sagunto, pero ahí empezó todo.

Los habitantes del castillo se empeñaron en no dejarse dominar y lucharon durante ocho meses contra el asedio de los cartagineses, de tal suerte que cuando llegaron los invasores a las ruinas del poblado allí solo quedaba destrucción. Los sitiados habían decidido quemar sus pertenencias para que el conquistador no aprovechase ni un ápice de sus bienes, con lo que el resultado de la expedición fue magro en lo económico y desastroso en lo humano....

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No sabemos si entraba en los planes de Aníbal provocar la Segunda Guerra Púnica cuando se empeñó en conquistar Sagunto, pero ahí empezó todo.

Los habitantes del castillo se empeñaron en no dejarse dominar y lucharon durante ocho meses contra el asedio de los cartagineses, de tal suerte que cuando llegaron los invasores a las ruinas del poblado allí solo quedaba destrucción. Los sitiados habían decidido quemar sus pertenencias para que el conquistador no aprovechase ni un ápice de sus bienes, con lo que el resultado de la expedición fue magro en lo económico y desastroso en lo humano.

Los romanos se enfadaron y comenzaron la guerra ya señalada, y para compensar el estropicio decidieron convertir Sagunto en amiga y aliada, y hasta parte del Imperio, construyendo otro castillo mayor y mejor que el destruido, que es el que ahora admiramos.

Castillo y teatro, y puerto, desde donde ejercer el negocio de import export que tan buenos resultados ofrecía al Imperio. Vasijas de barro, telas y otros lujos eran exportados, o bien reexportados una vez que se hubiesen traído de más lejanas tierras del Oriente, como Persia o la propia Cartago.

Aunque las materias que parecen más probables, por los restos de naufragios encontrados, son los aceites y vinos, de los que el entorno producía abundantes cantidades. La vid fue cultivo casi exclusivo hasta que la filoxera arruinó los campos, que se vieron sustituidos de forma paulatina por los naranjos y demás cítricos, que ahora se enseñorean del entorno, con grandes extensiones verdes que rodean la ciudad.

Sin duda se exportaron también productos de la mar, en forma de salazones, tal como gustaban a los romanos y todavía gustan a los propios del lugar, que con ellos confeccionan cocas, suerte de torta que lleva sobre su lecho verduras y otros productos, muchos de ellos de la sal.

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La coca es un producto patrio, que aunque se estila en otros horizontes, aquí toma su supremacía: desayuno, aperitivo, merienda o frugal colación, en todo momento puede controlar el feroz apetito o servir de espera a lo que habrá de venir.

Un tratado gastronómico de 1905. El Cocinero Práctico, subtitulado La Cocina de Calleja, aunque lejano a nuestras costumbres se ocupa de esta suerte de entretenimiento, que él califica de ordubres -como corrupción de hors d'oeuvres- y a los que sitúa durante la comida después de la sopa y antes de los platos principales, "a disposición del convidado", para que el estómago no sosiegue, suponemos.

No obstante, como plato principal se lleva en estos lugares el arroz, en sus distintas variantes de secos o caldosos, y de los que ha alcanzado fama el que llaman negre, a causa de las tintas de la sepia que se diluyen en el caldo. El sabor -por supuesto- le viene de la mano del artífice y de los mariscos y pescados con que se inicia la actuación.

El negre no sabe a nada. Pero si el conjunto resplandece, creeremos a pies juntillas que con las tintas añadidas se podría reescribir la historia de Sagunto.

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