Columna

Con derecho a robo

A la gente sencilla le han hecho creer que si consiguió una flor de las que san Cayetano lleva en su trono procesional el día 7 de este mes, al abrir Madrid su fiesta más castiza, puede asegurarse su trabajo o conseguir el trabajo que no tiene.

La gente esperaba antes a que el santo se luciera en procesión y luego se disputaba la flor milagrera, pero, según cuentan las crónicas, es cada año más difícil conseguir la flor a la entrada de san Cayetano. Primero, porque son más en Madrid los inocentes, y segundo, porque cada vez hay más gente en Madrid sin trabajo. Así que los ansiosos de cu...

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A la gente sencilla le han hecho creer que si consiguió una flor de las que san Cayetano lleva en su trono procesional el día 7 de este mes, al abrir Madrid su fiesta más castiza, puede asegurarse su trabajo o conseguir el trabajo que no tiene.

La gente esperaba antes a que el santo se luciera en procesión y luego se disputaba la flor milagrera, pero, según cuentan las crónicas, es cada año más difícil conseguir la flor a la entrada de san Cayetano. Primero, porque son más en Madrid los inocentes, y segundo, porque cada vez hay más gente en Madrid sin trabajo. Así que los ansiosos de curro van tomando las flores del santo por el camino y san Cayetano vuelve a su templo sin adornos.

Cada año es más difícil conseguir la flor de san Cayetano, que asegura el trabajo o lo da al parado

No sé si las flores las paga el Ayuntamiento o es responsabilidad de sus devotos y cofrades, pero por una vez podría justificarse que el Ministerio de Trabajo de este Estado, aconfesional según dicen, alimentara con flores la ilusión de la gente.

No sé, sin embargo, si el ministro Corbacho está por ésas, por remitir al que consiga una flor a presentarla en la Oficina de Empleo o por encomendarse él mismo a san Cayetano y sancionar con rigor a todo el que pueda jugar con la ilusión de pobres criaturas devotas.

Pero, miren por donde, en Madrid san Cayetano desplaza a san Pancracio en uno de los milagros para pobres más difíciles de realizar en este tiempo: dar trabajo.

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Los verdaderos milagros se producen entre los ricos, sin que sientan la necesidad de que se les aparezca la Virgen para multiplicar sus bienes, ni atropellarse en torno al trono de san Cayetano.

Y hasta la misma Virgen de la Paloma, tan madrileña y castiza, prefirió que una madrileña humilde encontrara su cuadro tirado en un zaguán a que lo encontrara una rica. Seguramente porque nunca pensó que una rica se llevara un cuadro tan modesto a su casa y lo salvara del vertedero, teniendo lo que una rica tiene siempre en casa.

A lo mejor Pitita Ridruejo hubiera sido una excepción, y escribe una carta al director y nos lo cuenta, más que como rica, que no sé si lo es, como experta en apariciones. En todo caso, el cuadro de la Paloma lo encontró una mujer sencilla y lo dio a venerar a la gente sencilla, pero ha terminado tan alta en San Pedro el Real que ahora, cada 15 de agosto, son los bomberos los que tienen que bajar el cuadro.

Pero si la Paloma no es patrona de Madrid no será porque Madrid rechace a los humildes como patronos, que ahí están san Isidro Labrador y su santa esposa, María de la Cabeza, sino porque antes de que la devota encontrara su cuadro ya la Virgen de la Almudena había entrado a su manera en la alianza de civilizaciones o en lo contrario a esa alianza.

Y, además, estaría en la cola para tal honor, recomendada por reyes, la Virgen de Atocha, que aún hoy recibe la visita de los príncipes y altezas, aunque no los vuelva a ver hasta que regresan allí con sus retoños; véanse los últimos casos de la infanta Leonor y su hermana en brazos de sus progenitores.

Al que se ha puesto en un compromiso, pues, es a san Cayetano, que de tener los sindicatos un patrono sería él. Seguramente porque abre las fiestas de todos los que se quedan sin vacaciones, aunque se sumen a ellas los que se las han tomado o están por tomarlas, o vaya usted a saber si por ser el patrono del Rastro o su vecino más universal en Cascorro, pero no se ha extendido a san Lorenzo, patrono de Embajadores, que habiendo podido ser patrono de los bomberos madrileños por la muerte que tuvo, asado en una parrilla, ha visto cómo los bomberos elegían a la Virgen de la Paloma, sin que, tratándose de quien se trata, la mismísima Virgen, pueda quejarse.

De este modo las flores de san Lorenzo vuelven a su casa intactas, al igual que las que adornan el cuadro de la Paloma. Y, como las de la Almudena, Virgen catedralicia, a la que aunque no se celebre por estos días, a nadie se le ocurre robarle una flor.

Cada santo, cada virgen y cada cristo tienen su feligresía y a san Cayetano le ha tocado la desordenada procesión de los pobres con derecho a robo. Por eso nunca ha estado allí monseñor Antonio María Rouco Varela.

Ni se le espera.

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