OPINIÓN

Cien días optimistas

En medio de la torrencial lluvia de malas noticias sobre la inflación, el desempleo, la restricción de créditos, la solvencia empresarial, la recaudación de impuestos, el déficit fiscal y las estimaciones de crecimiento, el PSOE conmemoró esta semana los primeros cien días del Gobierno designado a mediados de abril por Zapatero después de constituidas las Cortes de su segunda legislatura como presidente.

Aparte de la connotación histórica referida al regreso de Napoleón desde el destierro de Elba, cien días es una expresión periodística habitualmente empleada para bautizar el per...

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En medio de la torrencial lluvia de malas noticias sobre la inflación, el desempleo, la restricción de créditos, la solvencia empresarial, la recaudación de impuestos, el déficit fiscal y las estimaciones de crecimiento, el PSOE conmemoró esta semana los primeros cien días del Gobierno designado a mediados de abril por Zapatero después de constituidas las Cortes de su segunda legislatura como presidente.

Aparte de la connotación histórica referida al regreso de Napoleón desde el destierro de Elba, cien días es una expresión periodística habitualmente empleada para bautizar el periodo de gracia concedido a los jefes de Estado y presidentes de Gobierno que ocupan por vez primera ese cargo tras unas elecciones democráticas o el derrocamiento de un régimen autoritario. En un extraño deslizamiento semántico, sin embargo, la expresión ha pasado a ser utilizada por cualquier Ejecutivo para cantar las excelencias de su gestión durante ese breve espacio de tiempo.

El presidente Zapatero presenta un balance de la obra realizada por el Gobierno desde la fecha de su constitución

La conmemoración de los cien días de la segunda legislatura de Zapatero ofrece el paradójico rasgo de reunir ambos significados. De un lado, el Gobierno ha disfrutado, tras las elecciones del 9-M, de una cierta tregua de la oposición que se ha traducido en una mengua de la tensión parlamentaria y de la crispación social de la anterior legislatura: las luchas en el seno del PP, las divisiones latentes dentro del PNV, la crisis de IU y los congresos de ERC y CiU han dado durante estos cien días un involuntario respiro al PSOE.

Esa apariencia de calma chicha ha elevado paradójicamente el nivel de suspicacia del Gobierno ante las críticas. El presidente Zapatero emula al peor Aznar cuando acusa a la oposición de regodearse en las desgracias económicas o atribuye a "ignorancia supina o demagogia irresponsable" las justificadas censuras dirigidas contra los eurodiputados del PSOE que se desmarcaron de sus correligionarios socialistas en el Parlamento de Estrasburgo y votaron a favor de la detestable e hipócrita Directiva del Retorno de los inmigrantes.

De otro lado, el documento sobre los cien días de Gobierno, presentado en un acto público por su presidente, es una tienda china de todo a cien abarrotada de abigarradas mercancías. Los esfuerzos realizados durante semanas para erradicar del debate ciudadano la expresión crisis económica (un extendido uso social) y sustituirla por el término desaceleración (un tecnicismo de la jerga académica) miden el alejamiento de los socialistas respecto al lenguaje de la opinión pública. La utilización por el presidente del Gobierno de la palabra optimista no cuadra con la distinción de Gramsci entre el optimismo de la voluntad y el pesimismo de la inteligencia, que no alude a su incompatibilidad como términos de un supuesto dilema, sino a la tensión dialéctica existente entre ambos. Zapatero pretende más bien premiar a los voluntaristas obstinados, capaces de crear empleo, y castigar a los cenizos derrotistas, saboteadores de la lucha contra la crisis.

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