Columna

Perspectivas

Anda el país mareado con las perspectivas. Trajinan los del PP, liados con el punto de vista desde el que considerar sus asuntos, desde el que analizar la realidad española y columbrar la salida del laberinto de la oposición. A buscar perspectivas dedicarán el congreso de Valencia. El Gobierno también sufre del mal de la perspectiva, agobiado como está con la apariencia de la cosa económica, llámese desaceleración, frenazo o crisis. Por no hablar de José Bono, al que le ha fallado la perspectiva histórica con su bronca destemplada por agitar una bandera republicana. Y es que, en general, falta...

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Anda el país mareado con las perspectivas. Trajinan los del PP, liados con el punto de vista desde el que considerar sus asuntos, desde el que analizar la realidad española y columbrar la salida del laberinto de la oposición. A buscar perspectivas dedicarán el congreso de Valencia. El Gobierno también sufre del mal de la perspectiva, agobiado como está con la apariencia de la cosa económica, llámese desaceleración, frenazo o crisis. Por no hablar de José Bono, al que le ha fallado la perspectiva histórica con su bronca destemplada por agitar una bandera republicana. Y es que, en general, falta esa distancia en la observación que permite visionar mejor la realidad.

Esta primavera, sin embargo, no tiene uno la vista puesta en las grandes perspectivas, en esas cosas importantes que ocupan a los padres de la patria. Será cortedad de miras, pero lo que ahora retiene mi mirada son esos pequeños espacios que, como los jardines, también tienen su perspectiva. Así que cuando el Consell Valencià de Cultura (CVC) se dirigió al Ayuntamiento a propósito de los Jardines de Monforte pensé que por fin iban a solucionar el problema de perspectiva que atenaza a este espacio, declarado en 1941 Monumento Histórico Nacional. Pero no. El sanedrín que preside Santiago Grisolía apenas se ha limitado a solicitar a Rita Barberá que incorpore al Jardín de Monforte una pequeña zona ajardinada adyacente, que, aunque también es propiedad municipal, no forma parte de este espacio. Los sabios también han insistido en la necesidad de señalizar la puerta trasera, con el objetivo de que el jardín no se convierta en un lugar desconocido para los turistas que visitan Valencia, porque la principal está cerrada. Lo cual demuestra que, a pesar de vivir al lado, Grisolía no parece conocer el jardín, dicho sea con todo el respeto a sus doctos consejeros. La puerta principal, que al modo de muchos jardines italianos es a través de una casita, está cerrada desde hace 13 años. Desde entonces solo permanece abierta la puerta de servicio, algo que convierte al jardín en un anexo de la plaza de la Legión Española, de cuyos edificios parece un jardín particular. Pero el problema no es solo de información (cerca de la puerta principal han puesto un cutre cartelito) o de uso privativo. No. El problema es, precisamente, de perspectiva. Algo clave en un jardín como el de Monforte. El vestíbulo de la casita (por el que no se puede entrar) estaba concebido para dar paso a dos entradas al jardín, una al frente y otra a la derecha, ambas resueltas de forma diferente con hermosas soluciones escenográficas y ambientales. El arquitecto paisajista Javier Winthuysen y el jardinero Román Peris sabían muy bien que un jardín no ha de desvelar sus bellezas de una sola vez y se aplicaron a ello. La remodelación de 1937 fue un encargo del entonces director general de Bellas Artes, Josep Renau, que, pese a la que estaba cayendo entonces, era un hombre de amplias perspectivas. Un jardín es una escenografía. Tal como está ahora es como si se nos obligara a ver una película o una obra de teatro con las escenas cambiadas de orden y además se nos privara del primer acto.

Expertos botánicos han advertido de que peligran las palmeras de Antic Regne. Algo que viene a sumarse al absurdo del mobiliario urbano, colocado en medio de esta avenida, entorpeciendo la vista de la que posiblemente sea la perspectiva más hermosa de la ciudad. Pero bueno, ya se sabe, para algunos, esto son naderías, visiones estrechas de gentes sin grandes perspectivas.

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