Análisis:

Filosofía y AK-47

Leo en un artículo del diario venezolano El Mundo que firma Maggy Ayala Samaniego que el relevo de Tirofijo, Guillermo León Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano, "tiene un perfil más político que militar y reputación de intelectual". (Las comillas son mías). Si bien el titular pone entre comillas la palabra "filósofo", no me queda claro si eso es bueno o es malo. Con esto no la tomo con El Mundo; si traigo a colación esa nota es sólo porque brinda un ejemplo más de que la "reputación intelectual" de los violentos es cosa muy fácil de echar a rodar por estos pagos.

La verdad, pocos se animar...

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Leo en un artículo del diario venezolano El Mundo que firma Maggy Ayala Samaniego que el relevo de Tirofijo, Guillermo León Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano, "tiene un perfil más político que militar y reputación de intelectual". (Las comillas son mías). Si bien el titular pone entre comillas la palabra "filósofo", no me queda claro si eso es bueno o es malo. Con esto no la tomo con El Mundo; si traigo a colación esa nota es sólo porque brinda un ejemplo más de que la "reputación intelectual" de los violentos es cosa muy fácil de echar a rodar por estos pagos.

La verdad, pocos se animarían a recusar en sus barbas la intelectualidad de un hombre que porta un AK-47 y está acusado penalmente, como Cano lo está, de haber ajusticiado a 40 de sus hombres tras acusarlos de indisciplina.

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Álvaro Uribe, con sorna antioqueña, ya ha advertido al nuevo profeta armado que los helicópteros UH-60 Black Hawk seguirán acosándolo: "Saludos al filósofo del terrorismo de parte mía", ha dicho. "Dígale que ahí vamos detrás de ese terrorista que posa de filósofo, de barba tupida…". Por razones de método no conviene creerle a Uribe Vélez cuando disminuye intelectualmente a un adversario.

Por eso traigo aquí lo que el escritor Andrés Hoyos, contemporáneo del relevo de Tirofijo y hombre digno de crédito, me escribe en un correo electrónico: "Cano no es filósofo, hermano. Empezó y no terminó jamás una carrera de Antropología en la Universidad Nacional. Para dolor de la sabiduría subcontinental dejó inconclusa una tesis sobre los embera-katíos [una etnia aborigen del occidente colombiano]. A finales de los setenta, rumbeaba en Bogotá donde yo rumbeaba: en La Teja Corrida, en El Goce Pagano y demás rumbeaderos de la época".

Es más humano ese perfil, ¿no le parece a usted? Menos André Malraux, menos Zhou-EnLai y más bacano, como se llama en Antioquia a los amigos de la rumba elegante.

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Desde Barcelona, otra amiga envía su parecer: "Es el viejo complejo occidental-gauchiste, que viene a decir algo así como: nosotros, que vivimos tan rebién a costa de los pueblos que hemos oprimido, a la hora de analizar las realidades de nuestras víctimas, y para ganarnos indulgencias plenarias, hemos de poner entre paréntesis el sentido crítico que despiadadamente aplicamos a los Bush que nos representan".

A mí, la verdad, nada puede extrañarme después de leer en el Oxford Book of Latin American Essay, compilado por un profesor de la Universidad de Nueva York de notoria simpatía por los irregulares de izquierda, que Isabel Allende, el subcomandante Marcos y Rigoberta Menchú están a la par de Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Pedro Henríquez Ureña y Octavio Paz.

Ibsen Martínez es escritor venezolano.

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