Los problemas de la sequía

Las lluvias aplazan la emergencia por la sequía a fines de mayo

Los embalses catalanes recuperan los niveles que presentaban en febrero

El agua llegó por donde no se la esperaba. Ayer, día en que los puertos de Barcelona y Tarragona se declararon dispuestos a recibir los primeros barcos cisterna, las reservas de las cuencas catalanas subieron al 22,6% de su capacidad. El alicaído sistema Ter-Llobregat, el que abastece a los casi cinco millones de personas del área metropolitana de Barcelona, recuperó los niveles de finales de febrero. Y la entrada en estado de emergencia, antesala de las restricciones domésticas, no se producirá hasta finales de mayo.

La cuenca que nutre Barcelona, el eslabón más débil de una red bajo m...

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El agua llegó por donde no se la esperaba. Ayer, día en que los puertos de Barcelona y Tarragona se declararon dispuestos a recibir los primeros barcos cisterna, las reservas de las cuencas catalanas subieron al 22,6% de su capacidad. El alicaído sistema Ter-Llobregat, el que abastece a los casi cinco millones de personas del área metropolitana de Barcelona, recuperó los niveles de finales de febrero. Y la entrada en estado de emergencia, antesala de las restricciones domésticas, no se producirá hasta finales de mayo.

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La cuenca que nutre Barcelona, el eslabón más débil de una red bajo mínimos, estaba ayer al 22,1%, casi un punto por encima que hace sólo siete días, lo que representa una cantidad de agua que el área metropolitana tarda dos semanas en beberse. "Pero estas reservas servirán para unos 20 días, quizá más, porque ahora se consume menos agua", razona Javier del Valle, técnico asesor de la Administración, que se atreve a pronosticar que la emergencia no llegará hasta junio. "Hay que contar con el deshielo, que seguro que nos dará un respiro. Y esperamos algo más de lluvias", resuelve.

Ahora cada respiro beneficia por partida doble. Las precipitaciones, que volverán a concentrarse hoy en la provincia de Girona, han salvado más que una situación difícil. También han evitado, probablemente, alguna que otra dimisión. Los cerca de dos meses ganados a la sequía serán claves para el trasvase que deben acometer Gobierno y Generalitat, obra que ya empezaba tarde y que estaba sometida a plazos sin margen de error. Habrá agua para operar alejados de los cortes y para que el resto de las medidas adoptadas por la Generalitat, que no alcanzarán pleno vigor hasta julio, vayan cumpliendo su labor de hormigas al rescate de toda gota posible.

"Hemos sobrevivido a esta batalla, pero porque estamos con la guerra encima", señala un técnico de la Agencia Catalana del Agua para anular cualquier atisbo de euforia. El escenario sigue siendo seco. Es, si cabe, el mismo que presentaba Cataluña en febrero. Entonces, el consejero de Medio Ambiente, Francesc Baltasar, no se cansaba de lamentar que se consumaban las previsiones más pesimistas. Está por ver que la situación no siga cumpliendo ese conflictivo guión.

"Hay que esperar. Estas precipitaciones deberán evaluarse cuando acabe abril", explica Del Valle. Abril es mes lluvioso, cualidad que, aseguran las estadísticas, sólo se repite otra vez al año: durante octubre o noviembre. Lo que significa que no habrá posibilidad de recargar embalses hasta dentro de seis meses.

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Para entonces, las previsiones más pesimistas pueden haber arramblado con todo. El año pasado, cuando arrancó la sequía, las lluvias de abril proporcionaron más de 100 milímetros. Ése será el baremo de referencia. "Estas lluvias son excelentes, pero si se recoge la misma cantidad de agua que en 2007, habrá que ajustarse el cinturón". Y quizá, también los grifos domésticos.

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