Columna

Tururú

Las urgencias están colapsadas. En el hospital de Coslada, la policía interviene para sofocar un motín de pacientes desesperados tras más de ocho horas de espera. Los médicos que acuden a atenderlos tienen que dejar sus consultas abandonadas. No hay médicos suficientes, ni en los grandes centros ni en los de atención primaria, cuyos trabajadores están en huelga para exigir más personal y más recursos. Mientras tanto, alumnos, padres y profesores de Leganés y Fuenlabrada, se manifiestan contra la fusión que pretende eliminar media docena de centros educativos en ambas ciudades. No están mucho m...

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Las urgencias están colapsadas. En el hospital de Coslada, la policía interviene para sofocar un motín de pacientes desesperados tras más de ocho horas de espera. Los médicos que acuden a atenderlos tienen que dejar sus consultas abandonadas. No hay médicos suficientes, ni en los grandes centros ni en los de atención primaria, cuyos trabajadores están en huelga para exigir más personal y más recursos. Mientras tanto, alumnos, padres y profesores de Leganés y Fuenlabrada, se manifiestan contra la fusión que pretende eliminar media docena de centros educativos en ambas ciudades. No están mucho más contentos los padres del colegio público de Usera cuyos hijos se ven obligados a comer en 20 minutos, porque las cocineras sólo disponen de 10 metros cuadrados de instalaciones anticuadas para alimentar a 400 alumnos.

La que sí está eufórica es Esperanza Aguirre, porque un estudio que ella misma ha encargado con el dinero que se ahorra en los colegios y en los hospitales, dice que Madrid es el cuarto centro financiero del mundo. Al presentarlo, alardea de que su Gobierno es business friendly porque baja los impuestos y favorece la iniciativa privada. Leí todo esto en el mismo periódico del mismo día. Ocurrió la semana pasada, pero da igual. Los colapsos van a continuar, las huelgas y las manifestaciones también, así que volveré a leer lo mismo esta semana, y la que viene, y la otra...

A veces, una columna es como un desierto, y el columnista un profeta aislado, atontado por la soledad. Así, más tonta de la cuenta, me siento yo hoy, y por eso no voy a repetir una vez más que la defensa de los espacios públicos es el único recurso eficaz contra la barbarie. Ya he aprendido que eso no le interesa a casi nadie. A cambio, para todos los que opinan que la izquierda es un fósil nostálgico e inútil, una sola palabra: tururú.

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