Reportaje:El Día de la Patria Vasca

Un Aberri Eguna de desazón

El nacionalismo celebra hoy su fiesta patriótica lastrado por su caída en el 9-M

El Día de la Patria Vasca no va a ser hoy para los partidos nacionalistas la gran fiesta de otros de domingos de Resurrección. El poso amargo que han dejado sus malos resultados en las elecciones del 9-M pesará en buena medida sobre las celebraciones de todos ellos, de nuevo por separado. Cada uno padece un problema propio, y juntos comparten otro mayor y de calado estratégico para el principal punto en que coinciden: las aspiraciones soberanistas. La sociedad no parece seguirles en ese camino hacia la constitución de un estado propio, por más que el mismo presidente del PNV, Iñigo Urkullu, es...

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El Día de la Patria Vasca no va a ser hoy para los partidos nacionalistas la gran fiesta de otros de domingos de Resurrección. El poso amargo que han dejado sus malos resultados en las elecciones del 9-M pesará en buena medida sobre las celebraciones de todos ellos, de nuevo por separado. Cada uno padece un problema propio, y juntos comparten otro mayor y de calado estratégico para el principal punto en que coinciden: las aspiraciones soberanistas. La sociedad no parece seguirles en ese camino hacia la constitución de un estado propio, por más que el mismo presidente del PNV, Iñigo Urkullu, esgrima la formación en los últimos años de 23 nuevos estados en Europa y destaque que diez de ellos son de menor tamaño que Euskadi.

El problema del PNV siempre será menor entre los de los nacionalistas
El nacionalismo bajó del 68% al 54% de apoyo en apenas nueve años
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Ese distanciamiento no lo muestran sólo los resultados de las últimas generales. Una mirada al pasado resulta reveladora. A las elecciones autonómicas de 1986, celebradas cerca de siete años después de la aprobación del Estatuto, se presentaron cuatro formaciones nacionalistas (PNV, EA, HB y EE) y obtuvieron entre todos el 68% de los votos y 776.019 papeletas. Los partidos no nacionalistas, cinco en esos momentos (PSE, PP, Izquierda Unida, UA y CDS), no llegaron al 32% de apoyo con sus 321.926 votos. Separaban así a ambos bloques 34 puntos porcentuales y los segundos recibían bastante menos de la mitad de apoyo en términos absolutos. El entonces presidente peneuvista, Xabier Arzalluz, gustaba de mostrar el gráfico que dejaba patente esa diferencia de respaldos a los embajadores europeos acreditados en Madrid.

A las autonómicas de 2005, las últimas hasta ahora, concurrieron también cuatro partidos nacionalistas (PNV y EA en coalición, EHAK y Aralar) y sumaron el 53,4% de los sufragios. Más de 14 puntos perdidos en dos décadas. Aquella distancia de 34 puntos con los no nacionalistas quedaba reducida a ocho. La venerada victoria de Ibarretxe cuatro años antes, la única vez que el PNV, bien que en coalición con EA, ha rebasado los 600.000 votos, había arrojado sólo una diferencia de 25.000 papeletas entre los dos bloques. Y el pasado día 9, los dos grandes partidos que se reparten el espacio no nacionalista en Euskadi (PSE y PP) rozaron el 57% frente a todo el espectro nacionalista, incluso si les suman los menos de 150.000 abstencionistas que serían atribuibles a Batasuna y el respaldo de EB, formación no nacionalista, pero que apoya el "derecho a decidir" de los vascos.

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¿Qué le ha pasado al nacionalismo en una Euskadi que no ha dejado de mejorar económicamente y en todos sus parámetros de bienestar y desarrollo desde la crisis de los años ochenta? ¿Qué le ha pasado al PNV, el protagonista ininterrumpido de toda la democracia en Euskadi desde el poder y el control de las principales instituciones, así como de gran parte del tejido asociativo vasco, para que sus apoyos en las urnas hayan tendido a mermar, en lugar de comportarse en sentido contrario?

Quizá el País Vasco ha cubierto un ciclo, el que le pedía poner distancia con la España surgida de los estertores del franquismo y a su sociedad no le resulta ya ajena, y mucho menos repelente, la España actual de la democracia consolidada.

O quizá es que esa sociedad ya se ha normalizado, salvo por ETA, en aspectos de mucho mayor significado para ella que el que los nacionalistas dan al término normalización, referido al marco jurídico-político y la discusión identitaria. Y es algo que el nacionalismo descubre ahora, al constatar la sostenida desafección del voto urbano y juvenil.

"La política ha pretendido invadirlo prácticamente todo, y esa penetración ha producido una saturación en amplias capas, sobre todo frente a mensajes con carga de impacto y tono dramático", apunta el catedrático de Historia Contemporánea de la UPV y especialista en la historia del nacionalismo Ludger Mees.

El PNV parece descubrir ahora que los ciudadanos no votan tanto por su ideología o en función de un compromiso político que la mayoría no tiene, sino de las circunstancias concretas y de lo que cada partido le transmite. Es esta una reflexión del propio Urkullu tras el 9-M, y su manifestación puede sorprender, pero sólo en la medida en que se ignore hasta qué punto su partido se ha considerado a sí mismo mimetizado con todo la sociedad vasca. Ahora descubre que no es así, que los ciudadanos, instalados en un cierto bienestar, "no votan por agradecimiento" -palabras también de Urkullu reveladoras del lado más paternalista del imaginario del nacionalismo-, sino por las expectativas de futuro que se le ofrecen. Con todo, su problema siempre será el menor de los que acucian a los nacionalistas en su conjunto. Como recuerda Mees, los dos grandes bloques (PNV y PSE), "son muy estables".

El PNV sufre el desgaste propio de tantos años instalado en el poder y paga el paseo por el lado salvaje de su aventura soberanista, "pero una de sus fortalezas ha sido una enorme capacidad de adaptarse a situaciones novedosas", sostiene Mees. A su juicio, la radicalización y el abandono del centro político le han pasado factura. Y más aún la consulta de Ibarretxe: "No se ha entendido tanta insistencia, sin aclarar qué se va a preguntar, cuando todos saben que el fin de ETA no depende de eso".

EA tiene más motivos de preocupación. Jamás logrará desplazar a su matriz, tras su error estratégico de desechar un pacto con el PSE en las primeras elecciones tras la escisión. Su fuerza se ha ido deshinchando y la decisión de renunciar a la coalición que le unía al PNV desde 1999 volverá al debate interno, ahora con su socio elevando el listón y hablando de reunificación.

El problema de Aralar, con su mayor implantación en Navarra, es la resistencia del núcleo duro del voto abertzale. Sus expectativas de despegue tras la ruptura de la tregua no se cumplen de momento.

Y el de la ilegalizada Batasuna tiene nombre propio, y es la persistencia de ETA, que le impide hacer política, hasta el punto de que su única recompensa el día que la banda decida terminar será un derecho que existe desde hace 30 años, pese a su olímpico desprecio hacia él: poder presentarse a las elecciones.

La alternativa a esta visión es que tengan razón los líderes de ELA, José Elorrieta, y EA, Unai Ziarreta, y el sector del PNV que sigue a Joseba Egibar cuando dicen que lo ocurrido se debe a que la apuesta soberanista ha sido timorata y falta de unidad.

ELA, aunque "totalmente fuera de su propia huella histórica", en palabras de otro especialista, es la única formación que rentabiliza, en el campo sindical, la apuesta de hace diez años en Lizarra, y a ella sigue invocando a los demás. ¿Le han hecho daño al nacionalismo institucional sus conflictos sectoriales con la central? Probablemente, aunque nadie sabe ver dónde están los votos de sus más de cien mil afiliados. Seguramente en todas partes.

¿Será el Aberri Eguna de hoy una referencia de transformación e inicio de resurrección para el nacionalismo? Todo es posible, en opinión de los especialistas, si toma el camino de la reconciliación con esa sociedad en absoluto agónica, políticamente moderada, acomodada en el autogobierno, que vive con naturalidad su bilingüismo y de modo no exclusivista lo identitario. Tan normalizada que, como todas, prefiere la convivencia al enfrentamiento y que "no percibe en general a España como una amenaza", en palabras de Mees. Sólo la acción de la justicia chirría en estos momentos, "con el lehendakari y el jefe de la oposición en los tribunales". "Pero ni siquiera eso cala como discurso mayoritario de 'miren ustedes lo que hace España con los vascos", concluye.

Los actos de hoy

- PNV. Celebra el Aberri Eguna en la Plaza Nueva de Bilbao (12.00) con un mitin en el que hablarán el lehendakari Ibarretxe e Iñigo Urkullu. Luego será el momento de una comidad de hermandad y una fiesta en el Arenal.

- EA. Ha organizado un acto político a las 12.00 en la Plaza del Mercado de Gernika, en el que hablarán Unai Ziarreta y Joseba Azkarraga.

- Foro de Debate Nacional. Este grupo, que reúne a varias organizaciones sociales, sindicales y políticas nacionalistas, convoca una marcha de Irún a Hendaya que partirá a las 11.30 de Ficoba. Su llamamiento ha sido apoyado, entre otros, por Batasuna, Aralar, ANV, AB y las centrales ELA y LAB.

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