Análisis:EL ACENTO

La costumbre del final feliz

La huelga de guionistas en Estados Unidos ha respetado el patrón argumental que más éxito y dinero proporciona a Hollywood: después de una dolorosa separación, seguida por unos espectadores acongojados hasta el borde mismo del llanto, el chico y la chica se reconcilian y se abandonan al amor en medio de una catarata de renuncias. En fin, los guionistas consiguen que se reconozcan sus derechos en DVD e Internet, los productores retoman el timón de una industria productiva, con el ánimo de recuperar cuanto antes los más de 1.000 millones de dólares perdidos en los tres meses de paro, y la gran c...

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La huelga de guionistas en Estados Unidos ha respetado el patrón argumental que más éxito y dinero proporciona a Hollywood: después de una dolorosa separación, seguida por unos espectadores acongojados hasta el borde mismo del llanto, el chico y la chica se reconcilian y se abandonan al amor en medio de una catarata de renuncias. En fin, los guionistas consiguen que se reconozcan sus derechos en DVD e Internet, los productores retoman el timón de una industria productiva, con el ánimo de recuperar cuanto antes los más de 1.000 millones de dólares perdidos en los tres meses de paro, y la gran ceremonia anual del cine, los Oscar, puede resplandecer después del mal sueño de la huelga. Todo tiene que acabar bien, sobre todo si es el guionista el que tiene en sus manos escribir el final de la historia. Salvo catástrofe similar a la de El coloso en llamas, el acuerdo será respaldado por los escritores.

Nunca debe menospreciarse el peso de los pecados menores, como la vanidad. Ellas, las Julia Roberts, Cameron Díaz o Halle Berry y ellos, los Leonardo DiCaprio, Matt Damon o Ben Affleck, lucen en público sus resplandores y encantos durante varias noches cada año, pero sobre todas ellas durante una en especial. ¿Cómo iba a desaparecer la noche de los Oscar? Hay que imaginar pues que a las inquietas presiones de las autoridades californianas para salvar sus ingresos, se habrán sumado las afanosas gestiones de los actores para salvar la alfombra roja.

Pasarán meses antes de que acabe el desorden provocado por la huelga. El cine y la televisión son maquinarias pesadas que cuesta poner en marcha una vez que se han apagado las luces. Las productoras tienen que diseñar de nuevo sus proyectos, con nuevas negociaciones con actores y directores; y las series de televisión como Perdidos, Anatomía de Grey o Mujeres desesperadas, sustanciosas minas de oro en el mercado del ocio, están obligadas a recuperar el tiempo y rodar capítulos a toda prisa para completar las temporadas y, sobre todo, preparar las próximas. Hollywood ha vuelto. Fin (de momento).

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