Tribuna:

De nuevo el chantaje sucursalista

La derecha siempre denuncia en otros lo que ella practica sin rubor. Durante años CiU ha calificado al PSC de sucursal del PSOE para descalificarle como partido de fidelidad catalana. Pero en la práctica el que ha ido a buscar en Madrid apoyos a su política contra el PSC ha sido CiU. Ya que en régimen parlamentario cuentan los escaños, CiU pudo seguir mandando, en 1999, pese a la victoria de Maragall en votos, gracias al escaño que el PP le prestó en el Parlament. En cambio, en 2003, para que Maragall no contara con los escaños de ICV y ERC, CiU pidió a ZP que gobernase Mas por tener más votos...

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La derecha siempre denuncia en otros lo que ella practica sin rubor. Durante años CiU ha calificado al PSC de sucursal del PSOE para descalificarle como partido de fidelidad catalana. Pero en la práctica el que ha ido a buscar en Madrid apoyos a su política contra el PSC ha sido CiU. Ya que en régimen parlamentario cuentan los escaños, CiU pudo seguir mandando, en 1999, pese a la victoria de Maragall en votos, gracias al escaño que el PP le prestó en el Parlament. En cambio, en 2003, para que Maragall no contara con los escaños de ICV y ERC, CiU pidió a ZP que gobernase Mas por tener más votos. La famosa foto solicitada por Mas a Zapatero sirvió al convergente para hacerse pasar por el gran impulsor de un Estatuto antes rechazado por deseo de Aznar. Se presionó de nuevo al PSOE para que Maragall no se presentase a las elecciones siguientes. Cuando José Montilla fue el candidato, CiU pretendió que se le obligase a no pactar un gobierno que dejase fuera a Mas. Ahí quedó definitivamente claro que el partido sucursalista del PSOE era CiU y no el PSC, que no cedió ni cederá al chantaje sucursalista.

CiU no apoyará al presidente socialista si no impone un cambio en la política catalana

Lo curioso es que, excepto la foto citada, nunca ha conseguido CiU salirse con la suya. Tiene razón Duran en no fiarse de ZP, al que acusa de haberle engañado más de una vez. Sin embargo, vuelve de nuevo, y ahora sin esconderse, a poner precio a su hipotético voto de investidura. CiU no apoyará al presidente socialista si no impone un cambio en la política catalana, es decir, si no se pone en crisis desde Madrid el Gobierno Montilla o el gobierno barcelonés de Hereu o ambos a la vez. Lo mismo de siempre: se defiende a Cataluña sólo si se favorece a CIU. Si ZP pretende gobernar en España tendrá que ceder al chantaje. Los votos que consiga Duran el 9-M no son para España o Cataluña, sino para CiU. Colabora con el chantaje la temida posibilidad de que el PP no salga tan derrotado como se merece. Entonces, Duran, que es hombre de convicciones pero que presenta un programa nada parecido al del PSOE y en materia social (incluida la xenofobia y la moralina episcopal) muy similar al del PP, podría amenazar a ZP con apoyar a Mariano Rajoy. Éste podría liberar al catalán de su promesa de no votarle si no retira el recurso contra el Estatuto, ya que, después de las elecciones, ya no le sirve al PP para desprestigiar al candidato socialista, su finalidad real. ¿Se imaginan ustedes mandando de nuevo al partido de la crispación, la mentira y los obispos con el apoyo de CiU, como buenos antiguos aliados?

Para el lector-elector que esté perplejo o mohíno ante mis palabras sólo tengo un consejo tranquilizador que ha de parecerle tan sencillo como obvio: que vote las listas del PSC y, si es barcelonés, la que encabeza la joven Chacón. La razón es de toda lógica y no es partidista, sino patriótica. Cuantos más votos y escaños obtenga Zapatero (sin llegar a una mayoría absoluta poco recomendable) menos decisiva será CiU, menos chantaje deberá sufrir el futuro presidente y no hará nada que le obligue a perjudicar a Cataluña y a Barcelona impidiendo las políticas sociales y urbanas de Montilla y Hereu. Cuantos más escaños logre gracias al voto catalán (que es, junto con el andaluz, el electorado más numeroso) menos peligro de que el PP siga en su estrategia de corroer las instituciones democráticas e intentar el apoyo de Duran para, juntos, boicotear el gobierno progresista de Cataluña o el del Ayuntamiento de Barcelona. Como siempre, el dilema es entre una derecha que proclama su defensa de España o de Cataluña para servir a sus intereses de clase y de partido y una izquierda que defiende a los habitantes de ambas naciones porque defiende lo común y público frente a lo particular y privado, legítimo mientras no atente contra el bien de la mayoría.

Al ciudadano que vota a CiU de buena fe me atrevería incluso a recomendarle que vote a ZP si quiere que Duran no tenga más remedio que presionar al presidente del Gobierno tan sólo en lo que beneficie a Cataluña. En eso ambos pueden ponerse de acuerdo fácilmente. En lo demás, en lo que sólo interesa a CIU, fracasará y los votos obtenidos no le servirán para nada. El mejor apoyo que Duran puede tener para lo patriótico que haya en su proyecto es, paradójicamente, un ZP fuerte, no un ZP débil al que se pueda chantajear.

Si por haber caído en la trampa del PP, que ha sembrado el asco a la política, los electores se abstienen de votar, la derecha española y catalana podrían volver al poder. En Madrid, el 9-M. En Barcelona, unos meses más tarde. Por eso son estas elecciones más importantes que las anteriores. Sería bien triste que hiciera falta otro 11-M para que la gente reaccionase y fuese a votar como la otra vez. Son elecciones en España pero también para Cataluña y Barcelona. Según los votos que vayan a la derecha o a la izquierda, nos aguarda un futuro bien distinto. Hasta el votante conservador honesto sabe que sólo la izquierda conserva lo común y lo mejora. La derecha va a lo suyo destruya lo que destruya.

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J. A. González Casanova es catedrático de Derecho Constitucional de la UB.

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