La psicosis de las empresas gallegas por el espionaje desborda a los detectives privados

El personal es sometido al detector de mentiras y se detectan teléfonos pinchados

Residencial Marina Atlántica, promotora del proyecto del arquitecto Norman Foster en los terrenos de O Salgueirón, en Cangas, reiniciará en la segunda quincena de este mes las obras del puerto deportivo, paralizadas desde octubre de 2005 por el obstruccionismo del Foro Social pola Defensa do Pobo. El puerto deportivo se complementa con la urbanización de los terrenos de O Salgueirón, que pertenecieron a la histórica conservera Massó Hermanos. La promotora cree haber generado un nuevo clima social para relanzar el proyecto. Pero ayer mismo seguía levantando chispas entre opositores y grupos pol...

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Residencial Marina Atlántica, promotora del proyecto del arquitecto Norman Foster en los terrenos de O Salgueirón, en Cangas, reiniciará en la segunda quincena de este mes las obras del puerto deportivo, paralizadas desde octubre de 2005 por el obstruccionismo del Foro Social pola Defensa do Pobo. El puerto deportivo se complementa con la urbanización de los terrenos de O Salgueirón, que pertenecieron a la histórica conservera Massó Hermanos. La promotora cree haber generado un nuevo clima social para relanzar el proyecto. Pero ayer mismo seguía levantando chispas entre opositores y grupos políticos.

Inmersos en la creación de su colegio profesional, recién aprobado por la Xunta, las 27 agencias de detectives privados que operan en Galicia viven una racha de bonanza a medida que cunde la psicosis entre los directivos de empresas por el espionaje industrial. Según una de las más conocidas oficinas de detectives de Vigo, Indetec, todas las semanas se reciben encargos de grandes firmas pidiendo un rastreo de sus instalaciones. Y de cada diez pruebas de este tipo que se llevan a cabo, tres dan un resultado positivo, es decir, se localizan en la sala de juntas o en los despachos microcámaras, micrófonos y teléfonos pinchados.

El espionaje, por lo general, procede del propio personal de la empresa vigilada. Casi siempre cargos bien posicionados que son tentados con una sustanciosa cifra por la competencia para que actúen de topos. Los detectives privados, con unos honorarios que pueden rondar los 600 euros por despacho peinado, revisan la sede de la empresa cuando se ha marchado el personal y suelen emplear toda la noche hasta dar con los artilugios de vigilancia, cada vez más fáciles de conseguir (en tiendas y en Internet) y de instalar. Los detectives, después del barrido, suelen colocar inhibidores de frecuencias para evitar que las conversaciones confidenciales terminen siendo escuchadas por el empeño de los espías. Lo habitual es que, en cuanto se descubre al topo, el caso se resuelva discretamente dentro de la propia empresa que ha sido su víctima. "Nosotros", comenta un detective, "tenemos la obligación legal de denunciar el espionaje, pero luego casi siempre se alcanza un acuerdo entre empresarios" y no se llega a los tribunales.

Además de estos servicios, las agencias de investigadores también son contratadas, cada vez con más asiduidad, para realizar entrevistas de trabajo empleando detectores de mentiras y para resolver, también con estos polígrafos, robos en los que pudo estar implicado el personal de la casa.

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