Análisis:EL ACENTO

Cariño y cambio climático

A los 58 años recién cumplidos, Manuel Marín anuncia que se retira de la política para dedicarse a estudiar los efectos del cambio climático. En realidad, el presidente del Congreso abandona porque no se siente querido, lo cual es coherente en una persona que, aunque no lo parezca, es hipersensible. No tiene ni el cariño de su partido socialista ni, menos aún, el de los populares. Es una pena que se marche una persona con larga experiencia europea mientras siguen en la brecha tantos cuya única aportación al debate nacional ha sido el balbuceo.

Como en alguna ocasión ha confesado él mism...

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A los 58 años recién cumplidos, Manuel Marín anuncia que se retira de la política para dedicarse a estudiar los efectos del cambio climático. En realidad, el presidente del Congreso abandona porque no se siente querido, lo cual es coherente en una persona que, aunque no lo parezca, es hipersensible. No tiene ni el cariño de su partido socialista ni, menos aún, el de los populares. Es una pena que se marche una persona con larga experiencia europea mientras siguen en la brecha tantos cuya única aportación al debate nacional ha sido el balbuceo.

Como en alguna ocasión ha confesado él mismo, la política es muy mezquina. Ha tenido que soportar las sospechas de su partido por intentar ser equilibrado con el reglamento del Congreso y las críticas de la oposición por su rigidez a la hora de distribuir los tiempos de intervención, sus llamadas al orden y las expulsiones de diputados como el inefable Pujalte. El presidente del Congreso no puede ser ni marioneta del Gobierno ni muñeco de la oposición, dijo una vez.

Eddy y Freddy, como él llamaba a Zaplana y Rubalcaba, le enloquecieron en su función de portavoces del PP y PSOE. Naturalmente, Eddy (en esto sí) superaba con creces a Freddy. El hoy ministro del Interior solía dejarle solo ante el peligro de los republicanos catalanes, cuyo jefe de grupo, Joan Tardà, machaconamente trataba de alterar sus nervios abriendo su discurso en catalán cuando intervenía desde la tribuna. La firmeza de Marín en cortarle le valió el calificativo de "autoritario" por el parlamentario de ERC. Incluso el propio jefe del Gobierno dejó entrever que no se sentía muy a gusto con su postura sobre el uso de las lenguas. Nunca hubo demasiada química entre Zapatero y el presidente de la Cámara, cuyo objetivo cuando llegó a las Cortes fue sacar adelante la reforma del reglamento tras más de 15 años de compromisos. No hubo manera.

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Marín es ciclotímico, lo que le hace pasar por una persona más difícil de lo que es. En la corta distancia muestra mejor su humanidad y honradez, cualidades raras entre los políticos (y entre las personas normales). Lo saben quienes colaboraron con él durante sus 14 años en la Comisión Europea. "A Manolo, para los funerales", decía Felipe González. La política española le echará de menos.

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